Exhausta por la orografía montañosa de Etiopía y después de
una jornada de diez horas pedaleando contemplo con emoción la primeras casas de
Kombolcha. La gente, al contrario que en otros sitios, me da la bienvenida
amablemente sin acosarme. Pregunto varias veces por el Kombolcha Wine Hotel que
he elegido en la guía Lonely Planet editada en 2006 que llevo en mi nueva
tablet Prestigio de 8'. Como nadie conoce el sitio pongo en marcha la operación
"Llamada General", que en el mundo de la navegación oceánica la ejerce la
autoridad marítima por radio VHF o digital, y en Etiopía la lleva a cabo una
servidora con su bicicleta. Esta operación de emergencia consiste en detener el velocipedo en un lugar de la cuneta alejado del bullicio, cuesta abajo y libre
de seres humanos (un gran reto en un país con mas de 80 millones de habitantes) y
esperar diez minutos. A los cinco minutos comienza la aproximación de fulanos desde zonas colindantes ( Kombolcha es una excepción porque los ciudadanos parecen mas acostumbrados a la raza blanca, si no el
tiempo habría que reducirlo a pocos segundos). A los diez minutos una decena de
personas se agolpa a mi alrededor a una distancia de 10 cm de mi nariz
permitiéndome aspirar sus alientos e incluso adivinar lo que acompañaron con la
injera (pan etiope ) ese día. La segunda parte de la operación es sonreír hasta que los
labios, cuarteados por el frío, sangren, al tiempo que me desplazo con Roberta
entre mis piernas un metro para abrir el circulo unos centímetros y evitar que
la falta de espacio vital de lugar al hurto menor de lo ajeno, osea, de lo mio.
Entonces comienzo con mi HELLO
GUYS HOW ARE YO U DOING? ANYONE OF YOU SPEAKS ENGLISH? en plan animadora
sociocultural.
Me desplazo otro metro para evitar el compactado corporal sobre
mi persona, movimiento que siguen al compás como un todo unido por una fuerza
poderosa. Entonces siempre, siempre, siempre, uno de ellos levanta la
mano con una sonrisa y se ofrece voluntario. Le pregunto en un ingles muy
básico por la ubicación del hostal para mochileros. No tiene ni idea pero lo
bueno de la llamada general no es el traductor, sino el paquete humano que
viene con el. Aquí comienza a moverse el engranaje de la maquinaria informativa
a la vieja usanza de preguntas y respuestas, discusiones, carcajadas y algún
que otro enfrentamiento, donde todos participan y todos tienen algo que decir,
escena que dura de diez a quince minutos, si hay suerte. Agotado el tiempo, el
traductor se dirige a mi para indicarme que estoy en el extrarradio de
Kombolcha y que el lugar que busco se halla próximo al centro del pueblo. Es
decir, que debo pedalear dos kilómetros mas. Me despido de todos y cada uno con
un estrechón de manos mientras me deshago en halagos y me muevo unos metros
hacia delante para ir cogiendo carrerilla, fácil al estar cuesta abajo, y
lanzarme a la carretera por sorpresa.
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