Me levanto a las cuatro y media de la manana para escribir el
blog. No puedo ni con mi alma. Marika duerme como un tronco en
aquella casa de huespedes barata que hemos encontrado en el corazon
de Ocosingo, al norte del estado mexicano de Chiapas., a medio camino
del corredor turistico San Cristobal – Palenque. Golpeo las teclas
con fuerza mientras la letona se sume en su rechinamiento de dientes
habitual, senal de que duerme placidamente el sueno de los abatidos.
Hemos quedado en empezar a pedalear a las siete de la manana porque la cuesta arriba que nos espera es peor que una marcha de Alejandro Magno sobre el Imperio Persa. Unos 150 kilometros de montanismo sobre dos ruedas por la Sierra Madre de Chiapas. Pero cuando Marika rechina sus dientes significa que duerme tan profundamente que habria que ser muy cruel para despertar a un ser humano con una fiesta de ondas delta en el cerebro. Asi que espero una hora mas y a las seis de la manana comienzo mi habitual juego de tirarle de los dedos de los pies, ocultos bajo su saco de dormir, hasta que despierta con un profundo suspiro de su etapa REM, probablemente, surcando universos de ensueno en bicicleta.
Paramos en una cafeteria para desayunar a lo grande, grande, grande – ni que fueramos a liberar a los griegos del asedio de los persas – aunque, en realidad, lo que queremos es hacer tiempo para demorar el inicio de la lenta tortura de escalar la cordillera de Centroamerica con cincuenta kilos de peso – en mi caso – y una cantidad superior y aun no verificada – en el caso de Marika-.
A las nueve y media de la manana marchamos hacia Oxchuc, un municipio indigena que se encuentra a 48 kms de San Cristobal de las Casas, donde predomina la etnia chetzal. Uno de los municipios que pertenece a la region de Los Altos de Chiapas. En esta zona de Chiapas la gente es amable y respetuosa, a diferencia de la primera parte del camino, donde el acoso machista es mas latente y los extranjeros no son tan bienvenidos. A pesar de todo, encontramos jovenes que cortan la carretera con un cable para cobrarle a los forasteros el impuesto revolucionario. Asombrosamente, a la letona y a mi nos dejan pasar sin problema en todas las ocasiones. Algunos ninos nos gritan “gringo” por el camino en un ambiente distendido y amable en general, al contrario que en el corredor Palenque – Ocosingo, donde se respira mas inseguridad.
Oxchuc se asienta entre montanas de encinos a mas de 2000 metros de altura. Seria un lugar idilico si no fuera por tanta chabola y por su gran iglesia colonial desvencijada. Su poblacion, que pertenece en su mayoria a la etnia chetzal, que significa “tres nudos”, se muestra amable y simpatica, lo que nos hace sentirnos seguras, en un entorno mayoritario tzeltal, una de las principales etnias que participaron en el Movimiento Zapatista hace 21 anos. Me refiero al evidente rechazo aun existente al foraneo en esta region castigada primero por el colonialismo espanol y por el abuso post-colonial hasta la Revolucion Mexicana, cuando este y otros grupos indigenas fueron forzados a trabajar en minas, molinos y haciendas del Estado. La marginacion cultural y economica pervive y, sinceramente, me pone muy triste y me hace detestar en ocasiones al genero humano.
Hemos quedado en empezar a pedalear a las siete de la manana porque la cuesta arriba que nos espera es peor que una marcha de Alejandro Magno sobre el Imperio Persa. Unos 150 kilometros de montanismo sobre dos ruedas por la Sierra Madre de Chiapas. Pero cuando Marika rechina sus dientes significa que duerme tan profundamente que habria que ser muy cruel para despertar a un ser humano con una fiesta de ondas delta en el cerebro. Asi que espero una hora mas y a las seis de la manana comienzo mi habitual juego de tirarle de los dedos de los pies, ocultos bajo su saco de dormir, hasta que despierta con un profundo suspiro de su etapa REM, probablemente, surcando universos de ensueno en bicicleta.
Paramos en una cafeteria para desayunar a lo grande, grande, grande – ni que fueramos a liberar a los griegos del asedio de los persas – aunque, en realidad, lo que queremos es hacer tiempo para demorar el inicio de la lenta tortura de escalar la cordillera de Centroamerica con cincuenta kilos de peso – en mi caso – y una cantidad superior y aun no verificada – en el caso de Marika-.
A las nueve y media de la manana marchamos hacia Oxchuc, un municipio indigena que se encuentra a 48 kms de San Cristobal de las Casas, donde predomina la etnia chetzal. Uno de los municipios que pertenece a la region de Los Altos de Chiapas. En esta zona de Chiapas la gente es amable y respetuosa, a diferencia de la primera parte del camino, donde el acoso machista es mas latente y los extranjeros no son tan bienvenidos. A pesar de todo, encontramos jovenes que cortan la carretera con un cable para cobrarle a los forasteros el impuesto revolucionario. Asombrosamente, a la letona y a mi nos dejan pasar sin problema en todas las ocasiones. Algunos ninos nos gritan “gringo” por el camino en un ambiente distendido y amable en general, al contrario que en el corredor Palenque – Ocosingo, donde se respira mas inseguridad.
Oxchuc se asienta entre montanas de encinos a mas de 2000 metros de altura. Seria un lugar idilico si no fuera por tanta chabola y por su gran iglesia colonial desvencijada. Su poblacion, que pertenece en su mayoria a la etnia chetzal, que significa “tres nudos”, se muestra amable y simpatica, lo que nos hace sentirnos seguras, en un entorno mayoritario tzeltal, una de las principales etnias que participaron en el Movimiento Zapatista hace 21 anos. Me refiero al evidente rechazo aun existente al foraneo en esta region castigada primero por el colonialismo espanol y por el abuso post-colonial hasta la Revolucion Mexicana, cuando este y otros grupos indigenas fueron forzados a trabajar en minas, molinos y haciendas del Estado. La marginacion cultural y economica pervive y, sinceramente, me pone muy triste y me hace detestar en ocasiones al genero humano.
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