jueves, 8 de agosto de 2019

VUELTA AL MUNDO E BICICLETA: DIARIO DE ÁFRICA, INDIA, SUDESTE ASIÁTICO, NUEVA ZELANDA Y LLEGADA A AMÉRICA.

Si bien la segunda parte de mi viaje en bicicleta está MEJOR DOCUMENTADA Y ES MÁS SIMULTÁNEA por varios motivos, el más importante, QUE APRENDÍ DISCIPLINA Y REDES SOCIALES durante el viaje (ni siquiera sabía HACER FOTOS, y además PASABA DE TODO!, que es como en realidad hay que viajar!!!) , aquí os dejo una recopilación de las entradas que pude publicar in situ de esta PRIMERA PARTE parte del trayecto INICIADA EN 2014 y que completé en un año y medio completamente sola, de ahí el nombre de TODO EL PROYECTO.  Lo demás lo recojo en mi libro "Sola en Bici, Soñé Grande y Toqué el Cielo" publicado por Ediciones Casiopea y que podéis comprar aquí en papel y aquí en digital  (ESTÁ MUCHO MEJOR ESCRITO, OBVIAMENTE, PORQUE NO ESTABA EN UNA PUTA TIENDA DE CAMPAÑA, entre otras cosillas...) . No se imaginan el traajo que supone pedalear a diario, escribir, editar videos y ganar dinero para seguir el viaje, así que MENOS CRITICAR Y MÁS PEDALEAR...

4 Marzo. INICIOS EN SUDAFRICA
6 Marz. Give me Drugs, Johanna, Give Me Drugs...

(PERÍODO RECOGIDO EN EL LIBRO "SOLA EN BICI" PUES SUFRÍ MALARIA YNO ESCRIBÍ NADA)
19 de Octubre. De Nepal a Myanmar (Birmania)

lunes, 7 de agosto de 2017

1 Esos Pequeños Detalles de La Vida. Puerto Río Tranquilo.

Espacio patrocinado por:  Federación Insular de Ciclismo de TenerifeMumetic ConsultoriaClub Ciclista Eslabón y Enbiciate Coffee Bike Shop.

Pasamos diez días en el Camping Bellavista que regenta Marcela mientras aguardamos la reparación de la cámara Sony Alfa 6.000 de Marika, que ha enviado a Santiago de Chile días atrás desde Coyhaique. 


El Lago General Carrera está en la Patagonia y lo comparten Chile y Argentina

No podemos movernos hasta tener una buena cámara porque sería desperdiciar el resto del viaje por la Patagonia y dejar de inmortalizar en imágenes uno de los mejores destinos del mundo (se habrán dado cuenta de que las fotos de los últimos post son de muy baja calidad...).

El Camping Bellavista, mi recomendación para pasar unos días en Puerto Río Tranquilo.

Nuestra presencia en esta pequeña localidad turística nos retrasa considerablemente y nos arriesgamos a llegar a la Patagonia Sur cuando haga demasiado frío para pedalear. Sin embargo, a parte de la bicicleta, la cámara de fotos o de vídeo es la herramienta más importante en un viaje de esta envergadura. 



Puerto Tranquilo está al oeste del Lago General Carrera y a 220 km de Coyhaique


Viajar sin cámara es vivir la aventura sin poder compartirla con los demás, y compartir la experiencia es inspirar a los demás y viajar con cientos de personas más en el bolsillo, y la felicidad se duplica cuando la compartes con los demás. 

El Camping Bellavista es el mejor en toda la Patagonia norte con diferencia.

Me encanta congelar cada instante, cada trocito de mundo fantástico que me encuentro por el camino que transito poco a poco, lentamente, merced a las bondades de la bicicleta, el mejor medio de transporte para conocer no sólo la Tierra, yo creo que también el Universo... Hasta los astronautas deberían explorar la Galaxia en bici-naves o nave-cletas para no perder detalle de lo que les espera allí fuera. Los pequeños detalles son los que marcan la diferencia, y en los pequeños detalles está el arte. Un ave que canta, una flor que se abre, el beso de un niño en nuestra mejilla, son sólo ejemplos de pequeños detalles que al sumarse hacen diferente nuestra existencia.
Las condiciones de la Carretera Austral desde Coihaique han mejorado pero siguen siendo extremas
Desde Coyhaique a Puerto Tranquilo tardamos 3 días

Aprovecho la espera para visitar la Catedral de Mármol y la Capilla de Mármol, un conjunto de formaciones minerales de carbonato de calcio ubicadas en la ribera del lago General Carrera, nombradas en 1994 monumento nacional. El precio de la visita en lancha por persona es relativamente barata, unos $15 USD, teniendo en cuenta el altísimo coste de la vida en esta zona del país. Las excursiones se pueden contratar todos los días en las carpas apostadas en la playa de Puerto Río Tranquilo. Puedes ver el vídeo de toda la aventura desde Coyhaique a las Capillas de Mármol aquí.

La pequeña localidad es la antesala de la Catedral de Mármol y el glaciar Exploradores. 
La Catedral de Mármol y la Capilla de Mármol son un conjunto de formaciones minerales de carbonato de calcio en la ribera del segundo lago más grande de Sudamérica. 



El viaje dura una media de unos veinte minutos, dependiendo de la situación meteorológica, por lo general no muy buena en esta parte del lago. Y el lugar consiste en unos cuantos islotes ubicados a escasos metros de la orilla del lago, que reciben los nombres de Catedral de Mármol, Capilla de Mármol y Caverna de Mármol.

Visitar los islotes en barca cuesta $15 USD I/V por persona y el viaje se contrata en la playa a cualquier hora.

Las aguas del lago han erosionado los escarpes costeros, creando estas formaciones.



lunes, 24 de julio de 2017

Desesperación (V. Cerro del Castillo- Puerto Río Tranquilo)

Espacio patrocinado por:  Federación Insular de Ciclismo de TenerifeMumetic ConsultoriaClub Ciclista Eslabón y Enbiciate Coffee Bike Shop.
Desde Villa Cerro Castillo hasta Puerto Río Tranquilo la carretera serpentea paralela al Río Ibáñez. El primer tramo es pasmosamente cuesta arriba. El pavimento ha desaparecido y las rachas de viento en contra alcanzan los cien kilómetros por hora en algunos sectores. Debieron ensanchar la vía hace pocas semanas porque la tierra está suelta y las ruedas de mi bicicleta se entierran en la arena y resbalan en las piedras.


Pedalear esto es exasperante. Una hora después, a penas hemos dejado atrás el humilde caserío y seguimos en la Garganta del Río Ibáñez, moviéndonos a paso de tortuga sobre el gran caudal del río que desemboca en el extremo noreste del Lago General Carrera. Tengo ganas de gritar. Desmonto a Susan Sarandon varias veces para empujarla por las ancas sobre la irritante vía. Pierdo los nervios y la dejo caer. Entre lágrimas grito de cansancio y angustia. Qué difícil es todo cuando queda poco para el final.

Marika se aproxima por detrás observándome con su rostro inexpresivo y frío. Adivino que también está muy enfadada con ella misma y con el mundo entero, como yo. Probablemente también está desconcertada conmigo porque he perdido la paciencia y el control de mis emociones.


Me acuclillo junto a Susan, en medio de la carretera que atraviesa la garganta labrada por los deshielos del cordón Hudson, y lloro gritando, grito llorando, pataleo llorando, pataleo gritando -Dios, ¿por qué yo?, ¿Por qué me haces esto? ¿Por qué ahora? Sólo quiero llegar a la meta cuanto antes para descansar. Mi cuerpo y mi mente ya no pueden más, precisan un descanso, respirar en paz, dormir profundamente, comer adecuadamente, levantarse por la mañana y no tener que ir a ninguna parte, no tener que hacer nada, no pensar en nada, despuntar el día y mirar al cielo atisbando la aurora , mirar el sol brillar a mediodía, y contemplar el brillo de las estrellas en las aguas del lago al anochecer.

Sin embargo abandonar ahora no es una opción. Después de todo lo que he pasado, dejar atrás mi sueño sin completar mi meta de alcanzar Ushuaia significaría abandonar casi al final, perder la mayor conquista del ser humano, la de sí mismo. Superar nuestros límites y enfrentarnos a nuestros miedos es los único que nos hace crecer en esta vida como seres humanos.



Marika me abraza con clemencia. Me repongo del revés emocional y continuo empujando a Susan cuesta arriba, atravesando el aire endurecido y agrio.

El viento, a veces huracanado, sopla del oeste, y pedaleamos en esa dirección durante 60 fatigosos kilómetros, a partir de los cuales la derrota de la vía varía hacia el sur. El viento es helado y algunas horas después trae gotitas de agua que me empapan el alma. Veo algunos ciclistas pasar en dirección opuesta y saludar con la inocencia del que asiste a su primera aventura y el júbilo del que consigue desertar ocasionalmente del sistema capitalista y de los condicionamientos sociales y culturales.

La carretera mejora y la grava se aprieta, señal de que a esta parte del camino no han llegado aún las obras de pavimentación de la Carretera Austral. Las obras han dejado el ripio suelto en los primeros tramos que serán asfaltados y, pedalear por ellos, por mucho que hayan ensanchado la vía, es como rodar por una playa de callao. 



Ahora el suelo se compacta para hacernos la vida más fácil y ya puedo dejar de mirar obsesivamente la superficie contigua a la rueda delantera para prevenir los resbalones. Ahora contemplo la grandeza del ecosistema sin miedo a tropezar y partirme la crisma de una vez, en las fauces de la meta.




Al día siguiente la Carretera Austral se desvía hacia el sur y bordea el Río Murta. Hemos dormido orillas del Río Ibáñez, después de presenciar uno de los ocasos más sobrecogedores de todo el viaje. El sol tiñe de cobre el mundo para desaparecer lentamente en una larga ceremonia de despedida detrás de las cumbres nevadas. Con aires de emperador Carlos V, despidiéndose de sus súbditos, después de abdicar en su hijo Felipe II y emprender un viaje hacia su retiro. Despedimos por todo lo alto a su majestad con un potaje de lentejas, queso y vino tinto de cartón que hemos comprado en Villa Cerro Castillo.




El domingo 5 de marzo llueve por la mañana. Hemos acampado a orillas del Murta, donde el río casi desaparece dejando un rastro de piedras en el camino, en una pequeña península con un bosque que nos protege del aguacero matinal. El caudal es de un color turquesa tan intenso que, si no fuera un río rodeado de verdes bosques, se diría que estábamos a orillas del Mar de Cortez, en Baja California Sur, México.




Seguimos la carretera hacia el sur para presenciar la muerte del río en Bahía Murta, uno de los brazos del colosal Lago General Carrera, compartido con el país vecino. Argentina marca su dominio sobre él asignándole otro nombre, Lago Buenos Aires, por si cabe alguna duda de su propiedad sobre la parte que le toca. Se me hace raro contemplar el mismo lago con dos nombres diferentes, según 
desde donde se mire. 




Llegar al Lago General Carrera, de origen glacial y rodeado de la Cordillera de Los Andes, es como dejar atrás la monotonía de los grises para ingresar en el edén. Gracias a su soleado microclima. las nubes desaparecen como por arte de magia y el sol aplica su filtro de colores saturados en el paisaje lacustre. La carretera que bordea el lago más grande de Chile es angosta y las cuestas muy pronunciadas, pero la indiscutible belleza del lugar, ayudada por un clima favorable, convierten el resto de la jornada hasta Puerto Río Tranquilo en uno de los mejores tramos de la Carretera Austral.

jueves, 1 de junio de 2017

La Reserva Nacional Cerro Castillo.



El reloj da las nueve. El jueves 2 de marzo iniciamos un fatigoso ascenso de 20 kilómetros desde la Laguna Chiguay. La llovizna empapa la carretera asfaltada y las nubes resbalan por las faldas de las montañas, consolidando la escena en su extraña realidad.

Los guantes de lana calan y, como no tengo otros, me pongo guantes de látex domésticos amarillo pollito.

Paramos junto a la carretera, El rio de aguas diáfanas serpentea a un costado de la vía abriéndose paso con vehemencia entre gargantas y desfiladeros. Marika observa la escena mientras pela un plátano, perdida en sus laberintos. La observo en secreto. Últimamente nos hemos llevado como el perro y el gato, pero me doy cuenta de que estoy atada a ella por vínculos más seguros que los de la sangre.

De pronto ya no hay más montañas que escalar y la carretera comienza un ligero descenso que se torna desenfrenado, mientras el paisaje se desgaja de sus bosques habitados supuestamente por huemules, que nunca alcanzamos a ver, y ya no queda sino pampa y vacío.



Desde un mirador, contemplamos el valle que anuncia el final de la Cordillera Castillo y la proximidad del Lago General Carrera. La tierra se hunde y la carretera muere en el río Ibáñez, atravesando discretamente Villa Cerro Castillo.



En el mirador conocemos a una risueña pareja de cicloturistas. Ambos vienen desde Canadá para disfrutar un par de semanas de estos confines de la Tierra. Él es chileno como el mote con huesillos y ella canadiense como el sirope de arce, y se han fundido como el queso mezcla semicurado para pedalear juntos y revueltos en una de las zonas más remotas, exhuberantes, salvajes e indómitas del Planeta.



El descenso a Villa Cerro Castillo es interminable, algo que agradecemos después de tantas subidas. El sol brilla y el aire frío congela mi sonrisa y entumece mis dedos, dificultando mi control sobre los frenos V-Brake. El cuerpo se me vuelve duro y seco y aguardo inerme sobre el sillín, como un alambre, el aterrizaje en el fondo del valle.



Ya en la Villa, entramos en una tienda con la excusa de comprar algo para cocinar pero con la oculta intención de abrigarnos del frío. Cuando hemos recuperado el movimiento y volvemos a sentir nuestras extremidades, buscamos un camping donde pasar la noche. La oferta alojativa, una vez más, es escasa, carísima y el aseo brilla por su ausencia, algo a lo que ya nos vamos acostumbrando. 

Nueva Crisis a la Vista . Coyhaique-Cerro del Castillo.



Hoy 27 de febrero amanece nublado a orillas del Río Blanco. La mañana es fría y sosegada. El sonido de la corriente de agua tranquiliza hasta las mentes más desequilibradas. Dos hombres cruzan el río a caballo empuñando cañas de pescar.

Salimos tarde. Otro día más menos motivadas que Santa Claus en enero. Iniciamos un duro ascenso en dirección al Parque Nacional Cerro Castillo. La carretera está pavimentada pero las cuestas son muy ascendentes y los fuertes vientos cruzados en la zona nos dejan sin tregua. El bosque autóctono se hace cada vez más presente, al igual que las señales que anuncian la presencia del huemule en la zona, el ciervo andino por excelencia, en peligro de extinción.


Llegamos a duras penas al camping oficial del Parque, a orillas de la Laguna de Chiguay, la joya natural de la reserva, junto al cerro Castillo (2.675 metros de altura). Pagamos 5.000 pesos ($7.5 USD por las dos) por una de las escasas parcelas techadas, y menos mal que alcanzamos a llegar temprano, antes que otros, porque si no hubiéramos tenido que acampar en pleno bosque sin un techo donde resguardarnos de la lluvia (y que te ocurra esto en un camping que pagas es tirar el dinero). El clima de la reserva nacional Cerro Castillo es de estepa fría y continental andino y las temperaturas son muy húmedas y bajas incluso en verano.

Mientras hago la cena en el pequeño refugio, que ya sentimos como nuestro hogar, Marika enciende el fuego de la caldera a leña que calienta la ducha. La leña es el principal recurso energético que veremos en toda la Carretera Austral hasta Puerto Natales, a partir de donde el gas sustituye el suministro doméstico.

Debido al clima, la leña está húmeda, y la letona se toma su tiempo para lograr una llama viva en la vetusta caldera. Por ahora compartimos las instalaciones con ocho europeos que llegaron antes que nosotras (cuatro suizos que viajan en RV o Autocaravana, 2 mochileras francesas y otros dos cicloturistas polacos), y hasta ahora nadie se ha tomado la molestia de encender el fuego y mantenerlo. “La ducha está lista” me inquiere Marika, asomando de súbito por un costado del refugio. Mientras toma el relevo en la cocina, me dirijo a la tienda de campaña para coger mis enseres de baño y observo cómo uno de los suizos sale de la RV con una toalla en la mano y corre como una rata sigilosa a la ducha para ocuparla.


Observo anonadada la escena, más propia del último capítulo de 
"Keep Calm and Maricón el Último", y dibujo en mi mente dos clases de turistas bien diferenciados. El cicloturista o mochilero, que se funde con la realidad de un país, conviviendo con las diferentes culturas, compartiendo, aprendiendo e incluso aportando a la comunidad, y el turista atilaque viaja por pocos días y le da igual todo. Por supuesto, no todos, todos, todos los turistas que no van en bicicleta o con una mochila a cuestas son así, pero hay un amplio sector de visitantes tocapelotas que no tiene escrúpulos, que no respeta al prójimo, deja su basura y es, en definitiva, peor que el mítico caballo del rey de los hunos,  Atila: "Yo soy el martillo del mundo. Donde mi caballo pisa no crece hierba"

Es el turista que se extrapola por pocos días de su miserable realidad y viaja sin tiempo para sentir el lugar y conocer a los habitantes y aprender de ellos. Deberían prohibirlo...




El guarda del parque nos anuncia que se espera un temporal para los próximos dos días. La letona y yo nos miramos decepcionadas, porque no tenemos ropa cien por cien impermeable como para pedalear bajo la lluvia a tan baja temperatura y lo vamos a pasar muy mal. “Creo que debemos esperar a que el temporal amaine” reseño. Marika hace un mohín y calmadamente, como es habitual, se opone. Quiere pedalear bajo la lluvia y el gélido frío por tres motivos: se ha criado cerca del Polo Norte y está acostumbrada a helarse, lleva el sufrimiento impreso en sus genes y ayer se le rompió la cámara de fotos y quiere llegar al pueblo Cerro Castillo cuanto antes para mandarla a Santiago de Chile a la mayor brevedad posible.

Pero si hay algo que he aprendido en este periplo, es a actuar con precaución y a no apurarme. Vale más perder un par de días que perder la última dosis de motivación rozando la hipotermia. “Lo siento Marika, pero últimamente estoy muy débil y no puedo poner mi cuerpo al límite otra vez. Si quieres vete tú y yo te alcanzo más adelante”, espeto.



Mi debilidad ha aumentado en los últimos días. Subir una cuesta con la bicicleta cargada me cuesta horrores y mis dolores de espada son cada vez más frecuentes. Además, desde que Allison partió, mi relación con Marika ha vuento a empeorar. La letona se ha puesto muy triste y de mal humor otra vez. Intento animarla y motivarla sin éxito y ponernos de acuerdo se hace cada vez más difícil. A veces siento que tiro de un carro demasiado pesado para mí.


Por la noche sueño que caigo al vacío, sin estamparme jamás contra el suelo. 

miércoles, 31 de mayo de 2017

Augusto Pinochet en Coyhaique, Carretera Austral, Chile.




Ayer, sábado 25 de febrero, le hemos dicho adiós a una de las personas más importantes de toda esta singladura. Allison Riquelme. Con mucho dolor, la hemos acompañado al Aeropuerto de Balmaceda para verla esfumarse en la puerta de embarque. Permanezco en medio de la gente que se besa, se toca, se abraza, llora, se ama y se despide, anonadada, confundida, tratando de sonreír con una sonrisa de autosuficiencia emocional que me sale tan aparatosa y falsa como un billete de un euro.




Regresamos a la habitación del hospedaje donde hemos disfrutado de las últimas horas con Allison. El cuarto amplio y fresco, desbordado por la claridad que entra por los amplios ventanales, parece ahora oscuro, pequeño y vacío. Intentamos mantenernos ocupadas para no pensar y romper a llorar.

Al día siguiente disfrutamos por última vez de la Plaza de Armas de Coyhaique, mientras contemplamos el eclipse solar anular que tenemos la suerte de presenciar con más claridad que nadie en esta zona del Planeta. Telefoneamos a Allison para oir su voz otra vez. Los ojos de Marika se turban, su sonrisa no corresponde a la expresión de su mirada. La voz de la chilena se quiebra deseándonos buena suerte al otro lado del celular. Mis ojos se llenan de lágrimas cuando el reloj da las doce.

Pedaleamos sin ganas para salir de Coyhaique. Sentimos el vacío que nuestra amiga ha dejado en nuestras vidas, como quien ha perdido recientemente a un familiar. La angustia nos devora por dentro hasta que Grimur nos devuelve a la vida real de un zarpazo. Conocemos al islandés en una gasolinera mientras paramos para beber algo.

Grimur lleva treinta años en Chile y es propietario de una flota de barcos de carga en la Patagonia. Debe pasarse mucho tiempo en el mar porque nos suelta una conferencia de una hora en la puerta de la COPEC sobre Chile y la importancia de que “vuelva otro Pinochet”, que ambas olvidamos nuestros problemas inmediatamente. Dejamos que Grimur se pierda en sus laberintos, hundiéndose en el pasado con entusiasmo nostálgico y triste.  Con su recia expresión avikingada, su cabello liso y blanco como el de un bichón maltés.



Desgraciadamente, este monólogo melancólico-entusiasta del régimen dictatorial lo hemos tenido que escuchar varias veces en Chile de diferentes individuos de próspera economía quienes, muy probablemente, nunca perdieron un hijo por expresar su opinión.  Qué rápido se olvida la gente de la crueldad y los crímenes de un régimen que se saldó con más de 3.200 víctimas y 38.000 torturados. El fin, en este caso, la prosperidad económica de Chile, no justifica los medios. Omitir que el dictador llegó a desarrollar armas químicas para exterminar a los opositores, se alió con exnazis y asesinó masivamente, es olvidar el pasado y correr el riesgo de repetirlo, carajo!

El sol calienta hoy como nunca y nuestras cabezas están a punto de explotar. Mientras el nor-europeo expatriado nos habla de las diferencias culturales entre un chileno y un islandés (ya pueden imaginarse la larga lista),  me abstraigo por momentos simulando mi interés, con esa simpatía falsa que se nos da tan bien a los latinos, y veo un montón de sesos desperdigados por el aparcamiento, sobre los vehículos, en el suelo, humeantes y viscosos.



Obviamente, se nos hace tarde y sólo pedaleamos 30 km hasta el Río Blanco. En su ribera pedregosa buscamos con dificultad un lugar apartado para acampar. Encontramos un buen claro junto a unos arbustos, muy cerca de la corriente. Una fuerte brisa obstaculiza nuestras labores de acampada, que culminan en una opípara cena compuesta de fideos tailandeses con salsa de cebolla, ajo, zanahorias, jengibre, y crema de champiñones.

Por la noche garabateo en mi cuaderno mi vergonzoso hit musical. Pueden descargárselo también gratis aquí. A continuación les dejo la letra:

Título: Déjate Llevar
Autora: Cristina Spínola

Estribillo:
Pedalea, pedalea...

Estrofa 1:
Si tu vida es aburrida
y el trabajo te golpea,
se valiente, consecuente
y tírate por la pendiente.

(Estribillo)

Estrofa 2:
Bajo el cielo estrellado
y el fuego desmesurado,
la Naturaleza llama,
la bicicleta bacana.

(Estribillo)