viernes, 11 de noviembre de 2016

Adiós Marika y Otra Vez Sola en Bici.

Viernes 4 de Noviembre

Marika y yo pedaleamos hacia la frontera con Chile con un nudo en la garganta. Hoy acamparemos por última vez juntas, cocinaremos por última vez juntas, tomaremos café por la mañana por última vez juntas. Nos despediremos en el puesto fronterizo de Ollague. No se si para siempre. No se si la volveré a ver de nuevo.  




Dejamos atrás San Juan tras unos días reponiéndonos de la travesía por el Salar de Uyuni. La alta radiación solar y el viento seco y frío en esta zona del Altiplano dejaron un saldo de deshidratación, debilidad y quemaduras en la piel en ambas. Nos ha venido bien descansar también para ponernos al día en nuestros trabajos, pese a la ausencia de wifi en todo el salar. Internet móvil con el operador Entel Bolivia ha funcionado bien, al menos en San Juan,  y he podido utilizar mi teléfono Samsung Galaxy J5 como un modem usb y trabajar en mi computador con facilidad al menos de madrugada. A partir de 9 Am la conexión ya es muy lenta y es imposible realizar cualquier operación. 

Marika quiere seguir pedaleando por tierras bolivianas en dirección sur hacia las lagunas y entrar en Chile por San Pedro de Atacama. El tramo San Juan - Lagunas es más duro que lo que ya hemos hecho y le llevará una semana completarlo, sin agua y sin comida, sin conexión telefónica, y por unas carreteras remotas e intransitables. No me imagino algo más intransitable que lo que ya hemos hecho, bajo un sol de justicia y el agua justita. Yo le he dicho a la letona "hasta aquí llego"

Durante un año me he adaptado a su predilección por las rutas difíciles pero ya no puedo más. Estamos en diferentes fases del viaje. Ella lleva menos de dos años pedaleando. Yo llevo casi 3 y no me apetece seguir alargándolo y haciendo más difícil el ya complicado de por sí periplo por el mundo. Sólo quiero llegar a Ushuaia cuanto antes y volver a casa para ver a los míos. 

Con esto no quiero decir que no pretenda disfrutar del camino, pero tampoco deseo alargarlo más y hacerlo más tedioso. "Esto es muy duro Marika", le digo, "no puedo pretender aguantar otros cuatro meses psicológicamente complicándome la vida. Estoy en el tramo final hacia la meta y no pienso hacerlo más duro por gusto". 

Me duele en el alma separarme de la letona, pero no me queda más remedio si quiero conseguir el objetivo que me marqué hace casi 3 años de llegar a Ushuaia, en la Patagonia argentina. A veces en la vida hay que tomar decisiones difíciles y eso es lo complicado de la vida. Necesito seguir adelante y no pararme en empresas que me mermen emocional y psicológicamente. Para mí llegar al Salar, atravesarlo y salir de él con gastroenteritis es suficiente. Mi fuerza de voluntad después de esto está en juego, y no pienso meterme en camisas de once varas poniendo en riesgo mi débil iniciativa y tolerancia en estos momentos. 

Así que la letona y yo decidimos separarnos para que cada una pueda seguir sus sueños. Sin apegos. En la vida hay que ser libre y también dejar ir. De todas formas estoy segura que nos volveremos a encontrar en algún punto de camino a Tierra del Fuego. 




Empujamos nuestras bicis los primeros 5 km desde San Juan, vía Chiguana, por arenales. La carretera es un auténtico desastre otra vez. Tomamos como referencia el Volcán de Ollague para no perdernos. Tardamos más de una hora en salir de la arena. Llevamos mucha agua y nuestras bicis se entierran con facilidad. 

Cuando llegamos al Salar de Chiguana el paisaje cambia de súbito, al igual que el camino . Una brisa ligera nos empuja por la sal plana y maciza y en poco tiempo avanzamos varios kilómetros. A penas tenemos que pedalear. Es un auténtico regalo después de la pelea que hemos tenido con la arena momentos antes. La sal no es completamente blanca como en el Salar de Uyuni pero el contraste con las formaciones rocosas que la flanquean convierte la escena en idílica. Volvemos a sentir que estamos en otro universo, que hemos retrocedido en el tiempo a un lugar que existió  antes del hombre, un lugar que un día fue el Océano Pacífico y que ahora, por arte de magia, casi roza el cielo. Me pregunto si aquí arriba alguna vez alguien se habrá encontrado un pescado fósil entre tanta sal. ¿Qué secretos guardará este manto blanco sembrado de ecos?




Hacemos casi 40 kilómetros sin mover los pies, impulsadas por el viento como dos veleros navegando en empopada. La vía del tren atraviesa el salar como una espina dorsal y lo vemos a lo lejos traqueteando a paso de tortuga con su carga de plomo que transporta a Chile, convirtiendo el solitario desierto en una película de John Wayne.




Divisamos a lo lejos a 2 ciclistas. Les hacemos señas porque queremos saludarlos. Encontrarse con otros 2 locos como nosotras en medio de la nada no es algo que suceda todos los días. No podemos dejar escapar la oportunidad e insistimos pese a que los lejanos viajeros hacen ademán de continuar su camino hacia el sur. "Eeeehhh..." les grito! "Paren cabrones!" 

Me apeo de la bici y cruzo la vía del tren corriendo en su dirección. Los misteriosos cicloviajeros se dan cuenta y se detienen. Uno de ellos sale a mi encuentro. Como en los salares las distancias parecen más cortas de lo que realmente son, tardamos en aproximarnos el uno al otro. El individuo es un hombre altísimo con una gorra para el desierto con tapeta. Nos saludamos en inglés. Me cuenta que viaja con una moza que se encontró por estos lares hace una semana. Parece tener prisa y la charla es breve. Saludo a la compañera a lo lejos con el brazo y me despido. 

En el último momento le pregunto al hombre "¿De dónde eres?"- dando por hecho que es alemán, que es la nacionalidad de la mayoría de los cicloturistas europeos que me encuentro. ¨Soy portugués¨me espeta. "¿Queeeeeeee?" Le contesto. "Minha mae e portuguesa meu querido" (mi madre es portuguesa mi amor).... y entonces el cielo se abre y llueven flores de colores y al momento estamos todos sentados junto a la vía del tren charlando animadamente sobre nuestras aventuras por el mundo y compartiendo uno de lo momentos más bonitos de mi viaje por Bolivia. 




Tardamos 2 horas en despedirnos, y porque se hace tarde y cada cual debe retomar su camino. Le decimos adiós con pena en el alma al portugués del norte de Portugal y a la alemana del centro de Alemania y continuamos volando sobre la sal. No es fácil conectar tan rápido con la gente y nosotros cuatro lo hicimos al momento. ¡Cosas de ciclistas!




Ya fuera del Salar, Marika y yo buscamos una buena duna donde ocultarnos de la carretera, y cuando el desierto se cubre de cobre, señal de que el sol se despide, estamos cocinando la mejor pasta que hemos comido en meses. Nuestra última noche juntas por todo lo alto...






Aventura Patrocinada por el Café del Mundo de Tijuana, BCS, México
Fotos Marika Latsone
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