sábado, 18 de junio de 2016

14-16Junio. Como No Rendirse (La Sierra Ecuatoriana)

Fotos Marika Latsone
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Libro "Taller de Felicidad"

La Sierra. (Cuenca - La Jarata)



Tardamos en salir de Cuenca más de lo esperado. El excesivo tráfico es la tónica dominante durante casi todo el día. Queríamos salir ayer pero las lluvias torrenciales durante la mayor parte del día nos lo impiden. Hoy el sol cubre de color la ciudad y permite que la Naturaleza teja su tapiz particular sobre las montañas de la Sierra ecuatoriana. 

Aún no hemos salido del área metropolitana cuando nos alcanza un grupo de tres cicloviajeros colombianos. Dos chicos y una chica de no más de veinte años. Vienen de Bogotá y llevan viajando seis meses. Pienso en lo que he tardado yo en lanzarme a llevar a cabo esta aventura. Y todo por miedo. Y estos pollitos ya están rodando por el mundo. Olé por ellos!. 

 Mientras nos despedimos compruebo que cargan sobre las alforjas artículos para malabares. Durante mi periplo por Latinoamérica he visto mucha gente que viaja así, sobre todo ciclistas de Argentina. Son capaces de hacer cualquier cosa con tal de perseguir sus sueño. ¿Qué más da lo que hagas? Lo importante es que se te de bien hacer algo y ofrezcas tus servicios durante un tiempo para luego marchar y seguir avanzando. Mecánicos, payasos o clowns, malabaristas, músicos, pintores, cantantes... se buscan la vida sobre la bicicleta con el mismo fin, llegar a tu Fin del Mundo particular sin tirar la toalla. Una prueba de vida donde el ser humano mide su resistencia y capacidad de supervivencia frente a la adversidad, donde el verdadero viaje es interior, con uno mismo, porque no hay tarea más larga, complicada e importante en la vida que conocerse a uno mismo. Como decía Alejandro Magno, están en juego no sólo nuestra racionalidad sino también nuestros miedos y pasiones.

Las dos semanas sin dar palo al agua se notan. Todo me cuesta horrores; también por la altura. Durante todo el día no hacemos sino subir de los 2.550 metros de altura sobre el nivel del mar, desde Cuenca, a los 3.500 metros de la Sierra de la provincia de Azuay. Me asfixio, sobre todo en una subida sin tregua muy ascendente de 10 kilómetros. Menos mal que la climatología acompaña. El paisaje que regala el brillo del sol sobre Los Andes ecuatorianos cura el alma; tierras de eternos juegos de luces y sombras.  


La Sierra es una de las regiones más importantes de Ecuador, debido a su diversidad natural y cultural. Páramos, bosques nublados, lagos, volcanes activos, termas, mercados indígenas, pueblos y haciendas coloniales. 

Debido a nuestra pésima condición física, se nos hace tarde y no alcanzamos a llegar a Susudel, tal como habíamos planeado. Después de dos semanas sin hacer absolutamente ningún ejercicio físico (algo muy recomendable para descansar las articulaciones y la musculatura en este tipo de viaje) nuestra resistencia física se ha venido abajo. Sin quererlo, hemos empezado demasiado fuerte. La forma física es como encender una fogata en el húmedo bosque. Puedes tardar una hora en hacer un buen fuego pero no hace falta mucho para que se apague.

Después de 15 días conviene empezar con sesiones suaves de máximo dos horas para que el cuerpo se habitúe de nuevo. Lógicamente, si llevas ya dos años sobre la bici esto ocurre en pocos días. Nosotras hemos empezado hoy subiendo kilómetros y kilómetros de puertos en durísimas condiciones climatológicas. Todo lo que NO HAY QUE HACER para NO ACABAR TIRANDO LA TOALLA y mandándolo todo al carajo!

Camping Colombiano




Cuando pasamos por La Jarata observamos que los colombianos han acampado en un rellano al borde de la carretera, junto a un caserío, y los imitamos. Hace un frío espantoso y la temperatura promete seguir bajando. Estamos en una de las zonas más frías de Ecuador. Falta poco para que anochezca y Marika y yo nos apresuramos a preparar el campamento. Estamos tan cansadas que no damos pie con bola. Cuando el sol deja sólo una mancha negra sobre la Tierra, nos metemos en la tienda a toda prisa como dos ardillas prehistóricas de dientes de sable salidas de La Edad de Hielo. 



Yo no dejo de temblar pues me he enfriado sobremanera mientras montábamos el campamento. Comemos un almuerzo que hemos encargado de camino en un restaurante previendo la situación de frío, hambre, cansancio y desesperación en la que nos encontraríamos.  Como mientras me castañean los dientes. Tardo en dormirme porque, aunque tengo un buen saco de dormir, hace demasiado frío y la humedad del aire es considerable. Oigo a los colombianos reír y hablar a lo lejos, hasta que sus voces son reemplazadas por las de la gente de los sueños...

Dos Cochinos Asados a Soplete (La Jarata - Susudel)

Amanecemos como dos crisálidas de mariposa a punto de eclosionar dentro de nuestros sacos de dormir. Hace tanto frío fuera del saco que cualquier intento por abandonar la cápsula es utopía. Primero asomo la nariz y espero a que se aclimate a la diferencia de temperatura dentro-fuera del saco. Uffffff! Después, saco los dedos de la mano derecha por el agujero de la parte superior y espero a que se me congelen. Y así hasta completar el resto del cuerpo. Total: dos horas para salir del saco de dormir. Afuera hay 5 grados centígrados.

A las diez de la mañana la niebla sigue siendo densa en La Jarata y una fina llovizna envuelve la aldea de pocas casas de barro y caña brava contruídas a la orilla de la carretera, en cuyo centro hemos dormido. 

Iniciamos la jornada con un ligero ascenso. La temperatura ha subido sólo dos grados a las diez y media. No tengo cobertura móvil desde ayer y no he podido contactar con Ladyz para comunicarle que estamos bien. 



Pasamos por La Paz,  donde mujeres asan cochinos a soplete en plena cuneta. Paramos para grabar la escena al tiempo que nos ofrecen a probar pequeños cortes de grasa de cerdo dorados en su punto y servidos con mote y plátano maduro (maíz pelado y cocinado con cebolla blanca, ajo, achiote, huevos, leche, cebolletas y cilantro o perejil). Observo lo que queda del cochino y su piel colorada y chamuscada a intervalos. Así tenemos las caras del gélido viento que nos azota la testa todo el camino. Parecemos esos dos cochinos asados soplete.




Un escalofrío me recorre el cuerpo. Contemplo sendos enormes cadáveres expuestos en mitad de la calle como si nada. Yo no soy vegetariana pero cuando veo estas escenas me dan ganas de convertirme en vegana. Me pongo en el lugar del animal y pienso cómo sería si en lugar de un cerdo fuese un ser humano el asesinado, colgado y mutilado en la vía pública. ¿Nos dará alguna vez la Naturaleza nuestro merecido?

La Universidad es Para Justin Bieber


Decidimos dormir en Susundel tras almorzar en un restaurante a la entrada del pueblo (en Ecuador es muchisimo más barato comer en un restaurante que comprar la comida en un supermercado = USD2.50 por almuerzo). Charlamos un buen rato con la joven camarera, acostumbrada a ver pasar ciclistas foráneos por esas latitudes. Anabel tiene veinte años y aspira a ser odontóloga, pero dice que lo tiene difícil porque sus padres no tienen dinero y entrar en una universidad pública ecuatoriana es más difícil que encontrar un chino vegetariano. ¨Y más después del terremoto¨ _ comenta.

Es una auténtica pena que jóvenes muy inteligentes como Anabel no puedan estudiar porque Ecuador se asfixia económicamente tras el terremoto de Abril. Aunque antes del terremoto tampoco es que el Gobierno invirtiera mucho en Educación. Las informaciones que publica la prensa contrastan ligeramente con lo que la gente de la calle dice. Muchos me comentan que sólo unos privilegiados consiguen una beca y normalmente hace falta un enchufe como un castillo para acceder a la Universidad pública, que además ofrece muy pocas plazas. La mayoría de las plazas en Ecuador son ofertadas por universidades privadas cuyos costes ascienden a USD 5.000 al año más la matrícula, la estancia, la comida, los desplazamientos... etc, y esto si tenemos en cuenta que el salario básico en Ecuador es de unos USD 350. 

Qué lejos que me parece esta lamentable e injusta situación. En Europa prácticamente todo el mundo ha ido a la Universidad gracias al impulso de la educación superior por la voluntad de hacerla llegar a todos. Aquí, el que no consigue una beca, se queda fuera, porque la universidad pública es tan cara que sólo Justin Bieber puede permitírsela. 

A sugerencia de Anabel, pido al presidente de la Casa Parroquial (algo así como una delegación del ayuntamiento del cantón Oña) que nos permita hacer noche en sus dependencias. El presidente me mira con cara de poker. Mierda _ pienso. Anabel me dijo que no habría problema... Pero por la cara del Sr. Patricio no les debe hacer mucha gracias que unas gringas se queden a dormir en el salón de actos de las dependencias municipales. No me quejo, sería lo normal en el mundo de donde yo vengo. Pero como Anabel me ha dicho que a veces dejan dormir pensé que no habría mayor problema. No obstante, la mirada de preocupación de Patricio me lo dice todo. 



Ya no tenemos tiempo de buscar otro lugar para dormir porque la noche acecha. Así que echo mano de mis artes de seducción y convenzo al buen hombre de que nos permita pernoctar entre aquellos muros de gestión ciudadana. Al final Patricio accede amablemente y nos abre las puertas del salón de reuniones que están reformando para que acampemos entre una suerte de alborotadas sillas y mesas cubiertas por unas fina capa de polvo fino de cemento, junto a una ventana que nos regala una privilegiada vista de Oña, colgada de una montaña  e iluminada por el arcoiris más grande y hermoso que he visto en mi vida. Contemplamos la sobrecogedora escena hasta que el sol nos la arrebata cuando se despide del mundo.

30 KM de Infierno. (Susudel - Oña - Saraguro)

Salimos de la Casa Parroquial de Susudel antes de que lleguen los trabajadores e iniciamos el día con un fantástico descenso de diez kilómetros hasta el río León. Pasamos Oña y comenzamos uno de los peores ascensos de mi vida. Treinta kilómetros de cuesta pronunciadísima, más fría que la infanta prestando declaración, empapada por una lluvia fina que no para en todo el día, azotada por el viento helado intermitente y con menos forma física que Rajoy. 



En definitiva, un viacrucis del que no me quiero acordar. Pese a los páramos prístinos de ensueño, bosques nublados, precipicios a nuestros pies teñidos de reflejos dorados, ambar, lilas y amatistas por el sol, el dolor y el sufrimiento me pesan tanto que quiero gritar -  "¡Basta ya!... ¿Pero qué he hecho yo para merecer esto? " - 


Y a veinte kilómetros de Oña la temperatura baja vertiginosamente y me congelo de tal manera que empiezo a marearme, debido también a la altura, (a 3.000 metros sobre el nivel del mar), y me da una pájara. Me bajo de la bicicleta y busco un lugar para cobijarme mientras le hago señales a Marika que, como siempre, me lleva la delantera. Nos refugiamos bajo la marquesina de una parada de bus solitaria, junto a un campo de avena azotado por un viento tan frío como agujas en la piel. Busco los pantalones impermeables que me hicieron en Cuenca y más ropa de abrigo. Me cubro de prendas hasta los dientes mientras la lluvia a merced del viento nos empapa la moral. Abrimos una ración de atún y la devoramos mientras me castañean los dientes tiritando de frío. Esperamos hasta entrar en calor. Apuramos también un saquito de electrolitos disueltos en agua. Media hora después seguimos pedaleando. 

La agonía acaba horas después con un vertiginoso descenso de 15 kilómetros con viento helado y lluvia. Aguantamos como podemos el tirón hasta que llegamos a Urdaneta. Intentamos pedir cobijo en un monasterio sin éxito y seguimos hacia Saraguro, a sólo nueve kilómetros, la mayoría cuesta abajo excepto el ramo final. Cuando llegamos a la Tierra del Maíz (Saraguro) no me lo puedo creer. Estoy a punto de llorar. Helada y con la moral por los suelos. El sol ya ha comenzado su ritual de despedida y aún no tenemos un lugar donde dormir... 

Fotos Marika Latsone
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