domingo, 3 de enero de 2016

30 - 31 de Diciembre. Gracias Dios.

Fotos Marika Latsone
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Libro "Taller de Felicidad" 

Alguien enciende la luna y aun escalamos la Cordillera de Los Andes en direccion a Aratoca. La noche no inhibe al trafico y pedaleamos con el corazon en un puño y con la visibilidad escasa porque nuestras luces son mas de posicion que de iluminacion efectiva en carretera sin alumbrado. A veces localizar el carril donde desaparece la linea blanca es tarea ardua. 

Pasamos pequeñas aldeas con casas de pobres y venta de productos en los frontis iluminados con potentes focos que destancan en la oscuridad de la noche y difuminan las estrellas. Quesos, panela, tamales, dulces, aguas frescas, souvenirs del Parque Nacional Chicamocha,sombreros de junco, y todo lo que se le puede ofrecer al turista local que acude cada año de visita a una de las mayores atracciones turisticas de Colombia. Paramos en una de estas aldeas fundadas al pie de la carretera para tomar aliento y consultar el mapa. “Aun nos restan cinco kilometros” anuncia Marika. - 

Sin energia y curvandome sobre la bicicleta pregunto que como es posible esto si no hemos dejado de pedalear, pero que lentas vamos dios mio, y que dificil ha sido todo cuando pensabamos que la jornada de hoy seria un simple paseo por las montañas, Señor por que nos haces esto si esperabamos encontrarnos con montañas lejos del mundanal ruido y dar con un lugar donde acampar escondidas del resto de los humanos y lo unico que hemos hallado han sido hermosos precipicios e interminables caravanas de vehiculos que dificultan nuestro paso... y ni un recoveco para poner la tienda del campaña lejos de miradas indiscretas, ni un bosque donde refugiarnos y ahora que vamos a hacer dime Señor por favor no nos abandones !!”

Una hora despues encontramos un hotel colgado en una montaña y probablemente Dios me ha oido porque solo nos cobran 40.000 pesos colombianos a las dos. Subimos apresuradamente a la habitacion que promete una grandiosa vista al amanecer y caemos agotadas en nuestras camas sin probar bocado y sin ganas de otra cosa que cerrar los ojos y olvidar el mal trago que hemos pasado con cincuenta kilogramos de peso en las rodillas. 


El ultimo dia del año amanece en Los Andes entre nubes de algodón y reflejos de cobre que juegan a sombras huidizas sobre la piel arrugada de la cordillera. Contemplamos desde nuestra habitacion el gran milagro del alba entre sorbos de café y a las nueve de la mañana pedaleamos hacia San Gil.

 Volvemos a escalar la gran bestia para llegar a San Gil a mediodia para celebrar que el año termina. Pensabamos que desde Aratoca ya “tocaria” la cuesta abajo (“ahoratoca”), a lo mejor por eso se llama asi el pueblo, pero estamos muy equivocadas. Las puneteras cuestas ta empinadas como paredes duran kilometros y solo a quince kilometros de San Gil es posible disfrutar de las interminables descendientes y del placer del azote del viento en la cara cuando el sol acaricia poblados y montañas tiñendo de miel valles y sembrados.



Gracias a la bondadosa nueva orografia del terreno llegamos a San Gil en un santiamen y somos recibidas como reinas por la familia Palomino que nos espera para celebrar Fin de Año a la manera tradicional colombiana. Cuando nos sentamos a la mesa no nos podemos creer lo que vemos. Una gran variedad de platos tradicionales se extienden ante nuestros casandos ojos esperando que les inquemos el diente. 

Pernil de cerdo con salsa de ciruelas, ensalada de papas con verduras, arroz de coco, entre sorbos de aguardiente antioqueño sin azucar, un trago, luego otro, despues otro mas, hasta que la mente se turba entre el aroma de anis del licor fiestero colombiano y los efluvios de ciruela del cochino que no dejo de engullir como loca porque hace dias que no comemos carne y en realidad con hemos comido demasiado y esto es como estar en una fiesta griega en honor a Baco pero sin vino. 


Despues vienen lo fuegos artificiales que cada vecino de San Gil compra individualmente y pinta de colores el cielo negro con trazos geometricos, igual que en mi barrio, Santa Brigida, en Gran Canaria. En realidad todo es muy parecido, el momento familiar, la suntuosa cena, el ritual familiar pirotecnico orquestrado por los mas pequeños que poseen por obra divina un postgrado en manipulacion de elementos pirotecnicos ... animados por el ballenato de Carlos Vives y nuestra  cantante universal, Rosario Flores, tan querida en el departamento de Santander, Colombia. A las doce las uvas, pero sin campanadas y poquito a poco, como todo en Colombia, sin pausa pero sin prisa. 

Fotos Marika Latsone
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