jueves, 2 de octubre de 2014

23 Agosto. BARRA LIBRE DE MITOLOGIA PARA REDUCIR AL FEMINISMO.

El trayecto a Jaipur es demasiado largo para  hacerlo en un día y mis anfitriones  me recomiendan hacer noche en Kishangarh, una pequeña localidad a 160 kms  de Bhilwara. Me despido de los  Agrawal con la dulce sensación de abandonar el amparo protector de una familia. Han sido dos días de convivencia familiar al estilo hindú, cultura donde se considera una gran falta de tacto dejar un solo instante solo al huésped, que es algo así como una divinidad. Y si  , para mas inri, huésped y familia directa conectan y lo pasan bien juntos, el cariño se multiplica y la sensación de felicidad redobla sus efectos placenteros, al sentirte parte de un grupo que te acepta en su seno para colmarte de afecto y atenciones.

De nuevo cabalgo con mi caballo por el filo de la navaja. La autopista hacia Jaipur es una de las mas transitadas del pais y conservar el pellejo a lomos de una bicicleta es pura lotería.

Atrás dejo uno de los mayores centros textiles de la India, con mas de 400 fabricas de tejidos, en su mayoría sintéticos. Por supuesto no he perdido la ocasión de visitar una de las mas grandes, en el corazón de la zona industrial de Bhilwara.   Manoj me presenta a su propietario antes de la visita. Le saludo con el correspondiente Namaste y nos estrechamos la mano. Aprecio cierta frialdad en su mirada y su actitud la ubico en la frontera entre la arrogancia y el despotismo.

Sentado detrás de un enorme escritorio en un lujoso despacho,  ni siquiera se levanta para recibirnos. Manoj le habla de mi proyecto al tiempo que un hombre nos ofrece chai masala en vasos de cristal.  El alto cargo es grueso y pesado, de labios carnosos y nariz prominente. Escucha a Manoj con un hilo de mofa en la mirada. Evidentemente, no esta de acuerdo con el asunto y comienza un discurso político propio de las campanas para las primarias republicanas. Afirma que la Igualdad de Genero es una utopía y un insulto para el hinduismo y argumenta que en la mitología hinduista, que, por lo visto, es la base del conocimiento, la mujer y el hombre han de ser un complemento. Así pues, desde esta perspectiva, el profesional del sector textil deduce que "complemento" es igual a "servidumbre", y que, en consecuencia, las féminas debemos quedarnos en casa para atender el hogar y los hijos y servir al marido.

Le replico mi punto de vista con gran dificultad porque, una sus estrategias oratorias es no dejar hablar a nadie y erigirse en monologuista. Pero, a trancas y barrancas, me impongo en la contienda política durante un minuto para explicarle que no podemos interpretar la mitología o los libros sagrados como la Biblia o el Coran,  a nuestro antojo, para justificar nuestros actos de poder. Por algunos segundos se queda  pensativo, para continuar con su dialogo entre comillas, reafirmándose en la necesidad de seguir al pie de la letra la mitología, pero esta vez titubea y no parece estar tan seguro de lo que dice.

Después de una hora el discurso se vuelve moderado, y el alto cargo ya no se reafirma con tanta rotundidad e introduce una novedad en el debate: "Yo les entiendo en el fondo" , para cerrar la campana de descrédito del feminismo con un "pero ustedes no pueden venir aquí e imponer sus valores". A pesar de todo, me voy con la sensación de haber abierto una pequeña puerta hacia la comprensión y hacia la igualdad en aquel montón de despotismo sentado en un cómodo sillón de despacho.

El desorden de colores de las barracas de los seres humanos de casta baja a los lados de la carretera se intensifica con los primeros rayos de luz del día. Me voy de Bhilwara dejando el corazón atrás para enfrentarme de nuevo a lo desconocido.

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