miércoles, 8 de octubre de 2014

24 Agosto. Podemos cambiar el mundo siendo nadie. BHILWARA, INDIA.

Manoj me busca un lugar intermedio entre Bhilwara y Kishangargh para protegerme del tedioso sol de mediodía en el desierto Thar. No puedo negarme a su perenne amabilidad y nobleza, aunque no soy amiga de pararme sino diez minutos durante un largo trayecto,  por mucho que el calor levante el alquitrán a tiras. Pocas veces he tropezado con alguien con la mano tan abierta en esta vida. Querido Manoj y familia: durante mis días en Bhilwara os habeis desvivido por hacerme feliz. Gracias por vuestra comprensión y apoyo. Lo he pasado bien, he comido y bebido como la familia real española, he hecho buenos amigos y he aprendido a ser mejor persona. Tengo que continuar mi viaje, pero dejo mi corazon aqui y os querre siempre, y prometo venir a visitaros si sobrevivo a esto. Si muero, quiero que sepáis que siempre estaré con ustedes, gente de Bhilwara, mi gente.
Esperaba que  Bijainagar fuera un simple punto de avituallamiento y para mi sorpresa un motorista me escolta hacia un centro educativo donde cientos de adolescentes con uniformes de tonos pastel me reciben con entusiasmo. El director del Instituto de Educacion Secundaria Ghandi sale a recibirme y me invita a dar una charla a las chicas del colegio en el patio de recreo. Al principio sus caritas de sorpresa denotan no tener ni idea de que va el asunto, asi que les explico despacio mi aventura desde el comienzo, mis peripecias para sobrevivir en el Este de Africa, mi periplo por la India hasta entonces. Algunas comienzan a dibujar una sonrisa de entusiasmo que pronto comparten todas, incluidas las profesoras, que se sientan en la ultima fila. Pronto se crea una energia de complicidad y compresion en el ambiente. Los ojos de muchas ahora brillan y algunas asienten cuando pronuncio mi formula para ser feliz siendo mujer: "Estudien y preparense para no depender economicamente de alguien, casense solo si lo desean y estan enamoradas, y hagan aquello que les dicta el corazon y no lo que la sociedad espera de ustedes'. Silencio sepulcral y, de súbito, la muchachada estalla en sonoros aplausos.

El director del colegio, que ha hecho de interprete durante mi exposición en ingles, aprovecha la ocasión para darme la placa conmemorativa del centro educativo "por mis esfuerzos en pro de un mundo mas equilibrado". Cuando me dispongo a acompañarlo a su despacho, las chicas vienen a hacerse fotos con el móvil emocionadas,  desoyendo las ordenes del director para que no abandonen su puesto. En unos minutos otros muchachos  se acercan corriendo, por supuesto, también con sus smartphones, y se forma tal follón que tienen que venir los bedeles a poner orden. En el despacho me espera la prensa y los profesores del colegio, quienes me torpedean a preguntas mientras apuro con ansia un chai masala con bananas porque me estoy desmayando.
Una hora después echo un sueñecito en un austero cuarto que me han ofrecido para que recupere fuerzas. A las dos de la tarde me pongo de nuevo en marcha. El sol es puro soplete y por delante me quedan 90 kilómetros hasta Kishangargh y pocas fuerzas, pero mi corazón vibra de alegría porque noto que algo esta cambiando en el tercer mundo y, a lo mejor, mi como ser anónimo es insignificante, pero ayuda un poquito a que se produzca un cambio en el trato a las mujeres.  Que pasaría si mas seres humanos como yo, pequeños granitos de arena en un gran desierto patriarcal, removiéramos algunas conciencias en lugares remotos, donde la tradición relega a la mujer a un ultimo plano y la somete para el resto de su vida al servicio del hombre y de los intereses patriarcales ?

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