
Me salgo de la carretera de tierra para empujar a
Susan entre los arboles. No me alejo mucho del sendero de tierra. De
repente, algo se mueve entre los pinos. Es un bebe alce que corre
como alma que lleva el diablo cuando me ve. Que lindo.
Busco un buen emplazamiento, entre tres
pinos bajos, y monto ahi el campamento al tiempo que amarro a Susan a
uno de los arboles por seguridad. El sol ha comenzado su descenso
natural y ha refrescado, pero no tanto como en el desierto a esa
hora. El paisaje es de nuevo sobrecogerdor. El suelo es arido y
blanquecino y los pinos son pequenos, no se si por su especie o por
la escasa altura para su conveniente desarrollo.

Me entretengo grabando el video Tip of
the Day de mi nuevo canal Youtube en ingles: Solo Female Cyclists,
“Camping Outdoor I – make sure nobody see you”.

Lo cual no sucede nunca en los paises del Tercer
Mundo que he pedaleado, donde, cuando menos te lo esperas, sale un
nino oculto detras de un arbol.
Cocino algo con mi hornillo de
petroleo, adquirido en Bangkok, que he colocado a una distancia
prudencial, a pocos centimetros de la entrada de la tienda, cercado
con piedras para evitar los ocasionales ligeros envites del viento,
pero, especialmente, por seguridad. Antes he limpiado de hojas secas
el suelo hasta que solo ha quedado la arena blanquecina. Abro un
paquete de arroz “Mexican Style” que he comprado en Los Angeles y
observo en silencio como el grano mezclado con una sustancia en polvo
rosada desciende hasta el diminuto caldero para caer en el agua en
ebullicion. En cinco minutos la comida esta servida. Como con la
misma ansiedad de un bipedo carnivoro devorando a su presa. Esta de
vicio.


Entre sorbos de cafe garabateo en mi
libreta de notas lo que podria ser mi primer invento para sobrevivir
en la naturaleza: una alarma para Coyotes y otros animales salvajes.
Para ello utilizare mi bocina electronica de la bici, una pinza para
la ropa e hilo de nylon. En ello estoy.
No quiero irme de este fantastico lugar
donde hay una paz deliciosa. Los rayos solares comienzan a calentar
la tienda de campana y es senal suficiente para ponerme manos a la
obra y recoger el campamento. No tengo prisa, aunque aun me quedan
unos 70 kms cuesta arriba hasta Williams, en la Grand Canyon
Junction. Quiero ir despacio y saborear el privilegio de estar en
aquel lugar.
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