El martes 17 de Noviembre entramos en Ciudad de Panama con el corazon a punto de estallar, no solo por el estres de pedalear en un calvario de vehiculos que transitan a toda velocidad por la Autopista Panamericana a la altura del distrito de Arraijan, para caer a cuentagotas con exasperacion por el sumidero del Puente de Las Americas, colosal estructura metalica que carece de arcenes y cuyo transito en bicicleta no es apto para cardiacos.

Dejamos atras gracias a dios la obra estadounidense, inaugurada en 1962, que pretendio llamarse un dia "Thatcher Ferry Bridge", iniciativa que nunca prospero, thanks to God, merced a la mala leche idiosincratica de los panameños que insistieron en que el puente se llamara como a ellos les da la gana porque esta es su tierra y me parece muy bien y ademas es de recibo que la obra faraonica tenga el nombre del continente cuyas cicatrices restaura.

"Les podian haber matado" nos dice un agente mientras intentamos controlar nuestros aceleradisimos ritmos cardiacos que laten como caballos desbocados desde el puente de Las Americas. Insisten en acompañarnos lejos de la ciudad sin ley habitada por 'los delincuentes mas peligrosos de Panama" de acuerdo con estos representantes de las fuerzas de seguridad nacionales con tanto sentido de la responsabilidad que nos escoltan tan lejos de ahi como pueden para que "sigamos por favor caminando a pasito lento con las bicis en la mano el resto del camino porque el trafico en Panama es muy peligroso" y nosotras asentimos a todo como dos niñas buenas y cuando no nos miran hacemos lo que nos da la gana.


Queremos cruzar el Canal de Panama como dos grandes aventureras y escribir en los anales de la historia del cicloturismo mundial navegando con nuestra Susan Sarandon y Queso Crema (la bici de Marika) desde el Pacifico y hacia horizontes de ensueño en el rumor del Atlantico, serpenteando las heridas del continente americano hasta Colombia. Nuestro gozo en un pozo. Lo intentamos todo todo todo y nada nada nada nos sale. Vamos a las marinas con fotocopias donde nos anunciamos como tripulacion para ayudar a cruzar los veleros por las esclusas del Canal, preguntamos, indagamos, dejamos nuestros telefonos, llamamos, insistimos, pero nada.


El 23 de noviembre, lunes, el mozo de facturacion nos anuncia con un mohin en el rostro, despues de un maraton de 48 horas de busqueda apresurada de cajas de carton para bicis en jugueterias, desarmado de bicis, embalaje faraonico y tedioso y transporte caro al aeropuerto (el taxi pick-up nos cobra 20 USD por 4 kms desde Albrook al Aeropuerto Marcos A. Gelabert), que ¨no podemos volar a Colombia sin un billete de regreso¨ porque inmigracion exige este requisito en el Aeropuerto de Medellin.

El ardid da resultado. El empleado habla con alguien en Colombia por radio VHF desde el mostrador y nos dice que aguardemos. Media hora despues nos anuncia que esta arreglado y que "la policia colombiana hara una excepcion solo esta noche con nosotras". Aquel sencillo y amable empleado de Airpanama no sabe que ha endulzado mi negativa percepcion del pais desde que entre por Paso Canoas, en la frontera con Costa Rica, justo cuando estoy a punto de abandonarlo, sentenciando mis sendas rotundas y tajantes teorias de la vida, "el que quiere puede" y "no hay nada imposible".