sábado, 2 de julio de 2016

29 Junio. Apocalipsis Zombie en la Frontera con Perú. (Zumba (Ecuador) - Namballa (Perú) )

Fotos Marika Latsone
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¡Marika, Basta de Pretextos!

Han dado las diez y media y aún seguimos dando vueltas en Zumba, buscando evasivas para no salir hacia el paso fronterizo de La Balza. Tenemos prisa por cruzar a otro país pero, inconscientemente, nos resistimos al infierno físico que nos espera. ¡Ay Marika, que tenemos que comprar pan para el camino...! Y paramos en la panadería para, muy meticulosamente, elegir seis panes por un dólar, y posteriormente apurar sendos flanes caseros en vaso de plástico en la puerta de la panadería lamiendo las cucharas con paciencia de orfebre.



¡Ay, espera que nos falta pegamento para parchear las cámaras!. E iniciamos con parsimonia la búsqueda de una ferretería que venda exactamente la misma marca de pegamento que llevamos en las alforjas y, tras dos fallidos intentos, la encontramos mientras dibujamos una melancólica sonrisa mezcla de triunfo y de pena porque se nos acaban las excusas y ambas celebramos como dos tontas nuestro éxito en plena calle como el que se hubiera ganado una mini moto en una tómbola y entonces yo le digo a Marika BASTA YA DE PRETEXTOS QUE SE NOS HACE TARDE Y TENEMOS QUE CRUZAR LA FRONTERA A PERU.

Off Road para Coyote y Correcaminos

A las once de la mañana descendemos por rampas de vértigo siguiendo un sendero de selva tropical bajo un sol aplastante y un calor húmedo. Parecemos el Coyote y el Correcaminos. Sube y baja sube y baja. La temperatura es radicalmente opuesta a lo que hemos vivido días atrás. El tráfico es tan escaso que no pasa sino un vehículo cada media hora. La tierra ya no suda tanta agua pero la seguimos viendo brotar de sus entrañas ocasionalmente. Los mosquitos y otro insectos molestos nos amargan el viaje, como en todos los lugares del mundo calurosos y húmedos. 



Después de cinco kilómetros acaba el descenso y comienza el primero de los dos grandes ascensos que aguardan nuestra llegada. Debo apearme de mi Susan Sarandon para subir algunos tramos. Ya se nos había olvidado lo que es pedalear con calor extremo. Estamos prácticamente en pleno Ecuador peruano y sudamos a chorros. Debemos beber mucha agua para no deshidratarnos.

Después de cuatro kilómetros de lento ascenso por carretera de tierra abordamos otro vertiginoso descenso que culmina demasiado pronto, como todo lo bueno. La siguiente escalada es la más dura que hemos hecho hasta ahora. Cuatro kilómetros de pared off road tan vertical que la hacemos prácticamente toda caminando. El sol llega a su cénit y el calor golpea nuestras cabezas. Empujamos las pesadas bicicletas con el cuerpo sobre el manillar y la cabeza gacha para traccionar mejor con las piernas por la vía de tierra y lodo. Parecemos dos esclavas egipcias cargando pesadas piedras de cantería para componer la Gran Pirámide de Guiza.


Ética Militar


Pasamos solitarios puestos de control militares, camuflados entre la exuberante vegetación, desde donde sale música "para cortarse las venas" y no hay ni un alma. Por fin llegamos a lo que parece la cima de la montaña, pero como siempre, no lo es, y después de la primera curva, la rampa continúa hasta el cielo. Cuando estamos ya muy cerca de La Balza, nos cierra el paso un control militar. Este ya es más serio; una valla custodiada por dos militares nos corta el camino. Sonrientes y amables nos abren la valla y nos indican el camino que debemos tomar.  La verdad es que los militares ecuatorianos son de los más educados y respetuosos que he visto, y mira que he visto militares en 24 países que he visitado en este viaje. 



Nos dicen que ya nos falta poco para llegar, pero nosotras nos miramos y sonreímos escépticas porque normalmente sólo los que circulan a pedales tienen una idea realista de las distancias y de la verdadera dificultad de las vías.  Y efectivamente, ni nos falta tan poco ni el camino es tan fácil. Pero a las 15.00 horas logramos alcanzar el paso fronterizo de La Balza, una aldea de cuatro casas de listones de madera y techos de cinc. Una de ellas, la de mejor aspecto, es la oficina de control migratorio ecuatoriana y esperamos media hora a que aparezca alguien que no aparece nunca. En realidad, no parece haber nadie en aquel pueblo fantasma. 

El Imprescindible Sello de Salida del País


Por fin sale de la nada un muchacho en shorts y chanclas limpiándose la boca con una servilleta que se disculpa tímidamente porque es la hora de su almuerzo.  El oficial poco convencional nos sella los pasaportes después de enredarse media hora en el computador. 



Tras registrar legalmente nuestra salida de Ecuador, proceso que hay que cumplimentar en todos los países del mundo cuando viajamos para no tener problemas para volver a entrar,  cruzamos triunfantes el puente binacional que separa el rio Canchis, también binacional, asegurándonos de tener el sello de salida del país estampado en el pasarpote.


Apocalipsis Zombie en el paso de La Balza




El lado peruano de La Balza no parece un pueblo fantasma de The Walking Dead como su homónimo ecuatoriano, donde tienes las impresión de que un zombie te va salir de súbito de cualquier barracón para morderte el cuello. Las oficinas de inmigración peruanas están muy a la altura de las circunstancias, aunque no podría decir lo mismo de su personal. El oficial que nos atiende me invita a entrar y antes de sentarme me ordena que escriba en su computador mi nombre de usuario de Facebook, quiere saber si soy casada o soltera y me dirige en tono autoritario un  “Es usted muy linda”, sin anestesia alguna.

Y en ese momento me doy cuenta de que los zombies del pueblo fantasma al otro lado del río están a este lado del Canchis, y que uno me acaba de sacudir mordisco en la yugular sin esperármelo. Y  sólo me quedan ganas de partirle la cara al  sinverguenza que ya tiene mi Facebook por la cara y  que abusa de su poder como si nada para intimidar a las mujeres que pasan por su puesto de cobarde. ¿Por qué será que los gobiernos latinoamericanos ponen a toda la chusma que tienen en los puestos fronterizos de sus países?. ¿Será que no tienen otro modo de quitárselos de encima?

Y le doy mi jodido Facebook y todo lo que pide porque no tengo ganas de problemas y bien puede negarnos el paso con alguna excusa barata, porque menudos son los zombies de los puestos fronterizos latinoamericanos,  y allí nos quedaríamos tiradas en medio de la nada sin poder entrar ni salir. 


Pero cuando  me pregunta a qué me dedico y le sigo que soy periodista su actitud cambia radicalmente hasta llegar a un punto de formalidad y circunspección que yo diría que el hombre es bipolar o tiene un trastorno de personalidad grave. Cuando por fin nos sella los pasaportes tras una hora inaudita de papeleo, preguntas estúpidas y chat en el Facebook con las pobres víctimas turístas,  corremos hacia Namballa por una carretera asfaltada para que no se nos haga de noche, porque de noche en Perú los vampiros asoman al igual que los zombies en la frontera durante el día. 

Fotos Marika Latsone
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