jueves, 5 de junio de 2014

15 Mayo Allan Bonhomne

Lo mejor del Lago Malawi no es el agua cristalina pintada de turquesa o su arena blanca o sus nativos agazapados lavandose la ropa o sus miserias a orillas a ultima hora de la tarde. Lo mas inquietante del Lago Malawi es la gente que confluye en esta parte de Africa por dispares motivos. Cuando la Malaria me roba el alma en Cape Maclear tengo la suerte de conocer a un hombre de una categoria humana inusual. Allan Bonhomme aparece en mi vida cuando mas lo necesito, como la mayoria de las cosas buenas que me han pasado en la vida. Allan es un hombre de mediana edad que procede de las Islas Mauricio y vive en Malawi desde hace mas de treinta anos. Fornido y alto como un baobap con expresion de bonachon y rasgos arabes dibuja permanentemente una sonrisa en su boca.
Allan me ve tan mal que me lleva en su furgoneta a su casa Blantyre para cuidarme hasta que me recupere. No estoy acostumbrada a tanta amabilidad y viajo preocupada las seis horas que dura el trayecto. Pero cuando llegamos a Blantyre descubro que hay mas invitados en su hogar y que el altruismo de Allan no tiene fronteras. Desde todas partes de Malawi llegan amigos para instalarse una o varias noches en la gran casa que utiliza tambien como negocio de reparacion de vehiculos. El patio de entrada al inmueble de planta setentera y con aspecto de no haber renovado la decoracion desde entonces es un parking de vehiculos de todas indole que Allan y su equipo reparan y alquilan. Mathias es el mayordomo y artifice del buen funcionamiento de la casa. En Africa la mano de obra es tan barata que no hay un blanco que no tenga un ejercito de empleados solo para ejecutar las labores del hogar. Por la casa pasan como almas errantes ademas limpiadores, jardineros y encargados de mantenimiento. El mobiliario es una mezcolanza de estilos que van desde el africano al victoriano con viejos visillos y colchas de estampados setenteros. Sobre los muebles se amontonan multitud de objetos y papeles en un desorden inquietante por donde es evidente que pasa regularmente una paciente mano limpiadora que se abstiene de arreglar el caos dominante por algun designio superior.
En este clima de constantes idas y venidas de emplados, bohemios, artistas y viajeros me instalo durante una semana para eliminar los malos espiritus de mi cuerpo. Cada comida es una reunion de gente interesante con vidas tan excentricas como la mia. La malaria me ha hecho perder varios kilos y el hambre me aprieta el estomago, sintoma de una incipiente salud, con cada delicioso plato que hace desfilar Mathias sobre la mesa. Carnes variadas tiernas y jugosas como hace tiempo que no pruebo porque no es facil conseguir otra cosa que no sea pollo en Malawi. Ensaladas de colores caleidoscopicos con sabores dulces y picantes. Arroces mezclados con verduras de sabores adictivos y exoticos. Todo presentado sobre el mantel impoluto con la solemnidad de Mathias, el leal mayordomo malawi, el alma de la casa y el secreto de la cocina de Allan.

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