sábado, 5 de julio de 2014

24 Junio. "Humo": El Kilimanjaro.

Moshi, que significa en swahili  'humo',  me sorprende. Es el primer tropiezo con la civilizacion occidental que sufro desde Sudafrica. Sus calles, limpias y geometricas, embellecidas con jardines de flores silvestres por donde se aprecia una permanente mano cuidadora, son flanqueadas por edificios de una planta de corte britanico sesentero. Sus habitantes lucen mejores ropas que en la mayoria del este de Africa y no se sorprenden al paso de una 'muzungu', lo cual es un respiro a estas alturas de la batalla. Montada sobre Roberta hago un giro de 180 grados con la cabeza en busca del Kilimanjaro, que en teoria deberia estar situado al Norte de la villa, pero no veo sino bruma y nubarrones presagio de un buen chaparron en breve. El sol comienza su despedida y debo apresurarme a buscar alojamiento. He preguntado varias veces a los viandantes por el camping Masai y todos me dicen que ese lugar se halla en Arusha, la ciudad mas importante de la zona situada a 75 kilometros. Intento no desesperarme ante la evidente idea de que no alcanzare Arusha antes del ocaso. Tampoco me quedan fuerzas. Me detengo en algun punto de Mawenzi Road para pensar.


Entonces aparece como un angel de aurea dorada de perfume inequivoco. Alto y fuerte como un heroe mitologico, de cabello largo y rubio suelto sobre los hombros, adornado con una fina trenza que resbala sobre la mejilla. Impulsada por una fuerza inexplicable y estremecida por la certidumbre de la presencia fisica de una deidad, le pregunto por el camping. Me dice con una dulzura que me turba en un ingles de pura cepa que aguarde. Se hace un silencio diafano entre el desorden de los vehiculos. Sus gestos son lentos y seguros y la camisa de cuello de pico realza su esbelto y fibroso pecho blanco adornado por fibras de oro. Contemplo sus finos labios moverse entre la chivita bien recortada mientras habla por telefono. Me pregunta si quiero acampar en el jardin del hostal de una amiga y yo afirmo deslumbrada por el resplandor de su sonrisa. Me ofrece su pequeno vehiculo para cargar mi pesadas alforjas mientras pedaleo detras de su rastro perfumado. Me ayuda a instalarme en el jardin de su amiga y por primera vez desde hace dias tengo que pensar lo que hago porque mi mente viaja muy lejos y el automatismo derivado de la rutina se ha bloqueado. Sacar tienda de campana de alforja, desenrollar las lonas, ajustar los palos, clavar las estacas...  

2 comentarios:

  1. Desde mi cómo sofá, leo tus crónicas, nos haces llegar tus miedos, tu cansancio, tus penas y alegrías, y haces que me revuelva incómoda en él.
    Espero con ansias un libro sobre tu aventura, pero sobre todo que tu objetivo en pro de la igualdad, sea algún día una realidad, por un mundo de hombres y mujeres con los mismos derechos y libertades.
    Besos
    Maribel

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  2. Gracias amiga! Me encanta que me sigas. Un abrazo fuerte!

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