viernes, 12 de septiembre de 2014

13.1 de Agosto - LIFE IS COLOUR. NAVSARI, INDIA.

Cuando llego a Navsari debo esperar por un tipo llamado Mayur, amigo de Madhu. Hablamos por teléfono y quedamos en la puerta de un conocido hotel. Por el móvil parecía tener unos cuarenta,  pero cuando sale de la nada  cabalgando en su motocicleta d 250cc. me quedo de piedra: es un chiquillo huesudo y cetrino de mirada candida y pudorosa. Suelto un vahído de alivio porque no confio demasiado en los hombres hindúes y tengo que dormir en su casa. Mayur me guia hasta nuestro destino,  al tiempo que me comenta entre gritos los enclaves históricos mas importantes de la ciudad del sur de Gujarat. Pero yo no le escucho muy bien porque estoy  atormentada por la fatiga del viaje, el calor y la confusión de claxones y ruidos de vehículos que contamina el aire junto al olor a animal.
Además en la carretera abundan los baches, las piedras, agujeros, tierra, bestias de carga sin dueño, tufaradas momentáneas y el libre albedrío, pese a la exuberancia y belleza de los alrededores, a orillas del río Purna, por lo que mi atención, mermada por el cansancio, es incapaz de concentrarse en una visita guiada en este momento. Por fin llegamos a nuestro destino: una rica vivienda de varias plantas con un ascensor acristalado empotrado en la fachada. Su propietario sale a recibirnos amablemente al tiempo que nos ayuda con el equipaje que incluye a Roberta. 'Bienvenida a Rotary Club de Navsari, Gujarati, Madam. Es un honor para nosotros tenerla en casa por unos días". Sin salir de mi estupor le pregunto a Mayur de que va todo esto: "Pensé que iba a dormir en tu casa". Pero Mayur me explica gentilmente que esta es la vivienda del líder de la organización internacional con fines humanitarios y que aquí estaría muy cómoda. Con la mosca detrás de la oreja, dejo que la corriente fluya y penetro en la lujosa propiedad de cuatro plantas y un ascensor panorámico.
La casa familiar esta ubicada en los pisos tercero y cuarto. Subimos las escaleras y arriba nos espera la esposa de Mr. Kantilal G. Shah, quien surge con su cabello negro y largo vestida con un sari tradicional en el quicio de la puerta,  como un cuadro alegórico. Mayur nos sigue con orgullo. La vivienda es amplia y luminosa, una característica común en la arquitectura tradicional. La decoración combina el color y la luz con la sobriedad europea. El salón salpicado de espejos se comunica con una moderna cocina.  Los sofás de cuero negro coronan el espacio adornado con ricas alfombras hechas a mano, en un concierto de muebles de madera trabajados minuciosamente por artesanos hindúes, piezas de plata o cerámica, colores rojo y dorado y guiños silenciosos al dios Krishna en todos los vericuetos. El aire es fresco y ligero.
Tras un breve descanso, pintada de grasa y con una patina de mugre en las zonas del cuerpo que han estado en contacto con el aire cargado de porquería, con las botas mojadas debido a los intermitentes baños de agua en el autopista para enfriar el cuerpo, hinchadas y blandas como las de un ahogado, apuro el ultimo sorbo de te masala. Mr. Kantilal me acompaña al piso superior donde están los coloridos dormitorios de inspiración completamente ajena a lo que acabo de ver en el piso inferior. Al ver mi cara de estupor ante el aire vintage el caballero espeta alegremente: "Life is colour... we love colours". Le sonrio mientras pasamos a mi habitación, un caleidoscopio cromatico donde una gigantesca cama descansa bajo una colcha retro que hace juego con las cortinas. El dormitorio incluye un amplio cuarto de bano con jacuzzi. Atónita,  me imagino cubierta de espuma en un baño caliente mientras el señor me invita a instalarme  y relajarme el tiempo que precise en lo que el grupo espera en el piso inferior. En unos minutos me hundo en un baño caliente con aromas de frutas y siento el alivio del calor sobre mi dolorida espalda. La tensión del cuello desaparece y los músculos de mis brazos se sueltan con el sopor. Hundo la cabeza bajo el agua y mantengo la respiración varios segundos para evadirme del cansancio y del dolor muscular que aumenta con los días. Me abandono a un éxtasis quejumbroso  en el jacuzzi y me tomo mi tiempo aun a sabiendas de que mis benefactores me esperan. Una oportunidad así no aparece todos los días. Que demonios !

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