viernes, 8 de mayo de 2015

29 de Abril – De rancho en rancho y tiro porque me toca...BAJA CALIFORNIA. MEXICO.

Por la manana me despiertan las gallinas picoteando a dos palmos de la tienda de campana. No he dormido muy bien por la adrenalina del tute del dia anterior. Cuando fuerzo demasiado el corazon paso las noches semi en vela. Me muevo torpemente por el cansancio y me cuesta trabajo empaquetar de nuevo. Le pido a Maria Elena un buen desayuno y me prepara unos huevos con jamos y frijoles con tortillas de harina y un buen cafe filtrado. Me tomo mi tiempo para saborear cadaa bocado mientras reviso el facebook: sesenta y cinco notificaciones desde anoche. Si las leo todas no salgo ni manana. Contesto lo mensajes y reviso por encima el resto. Victor, que trabaja en el rancho, se acerca a saludarme sonriente y amable como siempre.

La verdad es que da gusto despertarse en un pais como Mexico. Despues se unen otros muchachos que trabajan tambien para dona Maria Elena y nos animamos en una charla sobre los derechos de la mujer y el objetivo de mi viaje. Les paso a todos mi facebook y nos hacemos fotos para subirlas al face (el sentido de mi vida desde hace unos meses). Les pido una garrafa de agua y cuando voy a pagar 100 pesos (6 euros) por todo, no me lo permiten. “Esta bien asi” , inquiere Victor. Insisto pero ellos no quieren mi dinero.

Nos damos todos un abrazo mientras un grupo de militares armados hasta los dientes, todos de pie en un Jeep descapotable, estaciona en el parking. Llevan uniformes de camuflaje color desierto, a juego con el vehiculo. Parecen Mariners estadounidenses salidos de una pelicula de guerra ambientada en Irak. Se bajan todos y nos saludamos mientras me alejo carretera abajo hasta que me traga el polvo.

La brisa arrecia y es caliente. Son casi las diez de la manana y el calor es insoportable. Me cuesta respirar. El viento ha rolado desde ayer y viene de Sudeste, osea, en contra. El bodyboard en un costado de Susan no ayuda mucho. El sonido del aire en mis oidos no me deja escuchar a los camiones cuando se aproximan por detras, para frenar y echarme voluntariamente a un lado de la carretera mientras les hago senales para que se separen de mi . Es mi estrategia para que no me arrollen. Pero ahora no los oigo y el viaje se convierte en un infierno. El espejo retrovisor es demasiado pequeno y no me ayuda a prevenir con rapidez el avance de los monstruos de metal que salen de la nada entre tanto baden. Lucho contra el viento y por mi vida cada instante. Cuando me adelantan los trailers un bufido de mayor velocidad que el aire real me desequilibra. Por dos veces estoy a punto de caerme; una hacia el centro de la carretera, para ser tragada por las ruedas del monstruo que ruge a su paso, y otra hacia la cuneta de piedra (en este pais no existen los arcenes). La via termina justo en el trazado blanco que marca su limite y no regala ni un centimetro mas.

A penas hago kilometros. El viento sopla cada vez con mas fuerza arrastrando el polvo en forma de nubes gigantes que en ocasiones se convierten en pequenos tornados que bailotean sin rumbo por el valle. Rezo para que ninguno se aproxime y me complique aun mas la jornada. Tras cuarenta kilometros diviso entre la niebla de mierda un complejo algo abandonado delante de una cantera transitada por dos camiones. “Rancho Sonora”, reza un cartel a unos metros de la puerta principal. Me aproximo a una especie de tienda con la puerta desvencijada cerrada y oigo el sonido de un televisor que procede del interior. Golpeo la puerta: “Hola? Hay alguien?”, pregunto en voz alta.

“Si pase”, me contesta una voz masculina. La estancia, algo lugubre y de paredes desconchabadas, se divide en dos: una tienda que alberga un sinfin de figuritas talladas de marmol sobre un par de mostradores, y un comedor comunicado por una ventana con la cocina. Al fondo un ordenador portatil reproduce videos de Youtube junto a un gran router ultimo modelo conectado a un cuadro electrico antiguo. La decoracion es “minimalista mexicana”, es decir, lo minimo, a bajo precio y algo destartalado. Senal de que a sus propietarios no les sobra el dinero. El senor se hace llamar Luis y me atiende muy amablemente. Le compro cuatro Seven Ups por 52 pesos, un precio mas que justo para Mexico, y me rellena gratis la garrafa de 2 litros de agua. Le pido permiso para usar su wifi y reviso mis mensajes en el porche tomandome una de las botellas de refresco. Aquello me sabe a gloria! Estoy exhausta. Quiero motivarme para seguir hasta el Rancho Catavina, pero no puedo. No tengo fuerzas. Luis me invita a acampar junto al rancho, y elijo la cautela. Solo quedan tres horas de luz y no se lo que me llevara llegar al proximo punto para reponer agua. El viento continua su baile interminable.

Mas tarde llega la familia de Luis. Su mujer Eliza y tres ninos. Eliza es tan bella que parece una flor en el desierto. Sus ojos te miran como dos grandes piedras de jade. Parece tener treinta y pocos, y ya tiene tres hijos, uno con doce anos. Probablemente no tuviera ni veinte cuando se quedo embarazada. Mientras acampo hablamos animadamente los seis. Insisten en que coma con ellos, pese a que me niego una vez por no molestar. Cenamos pollo con arroz cocinado a fuego en una cocina que se cae a pedazos. Quiero pagarles la cena, pero no me dejan. Los ninos protagonizan la velada alrededor de la mesa, junto a nuestros moviles, tablets y el wifi familiar. Compartimos facebook, email y aplicaciones gratis que no tenemos unos y otros si.

Eliza me prepara el bano, empresa costosa por esas latitudes donde el agua vale su peso en oro. Como no tienen agua corriente se banan con valdes de agua. Manda traer un gran balde y me conduce a una habitacion en obras que promete ser una fantastica casa de bano un dia de estos. “Nos acabamos de trasladar aqui y hacemos reformas poco a poco”, se lamenta. “No hay problema, Eliza, me he baldeado en Africa y en la India; donde tampoco hay agua corriente en la mayoria de los hogares. Ya estoy acostumbrada. Cierro la puerta detras de ella mientras sonrio con aire despreocupado.


Cuando termino me siento la mujer mas limpia del mundo. Ya no me pica el cuerpo tras dos dias sin banarme. Que bien voy a dormir esta noche. Le compro a Eliza un colgante con un caballito de mar e insisto en pagarle el doble. Lo acepta a reganadientes. Sonrio pensativa. En este mundo, el que menos tien, es el mas generoso. Ironias de la vida.  

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