jueves, 20 de agosto de 2015

19 Agosto. Fin del Calvario.

Para nuestra sorpresa, la carretera que une Los Rodeos y Guatemala es una maravilla comparada con las que hemos transitado. Hasta Chimaltenango la Interamerican Highway es una cesta de Navidad a estas alturas de la pelicula, servida con descensos largos y placenteros, llanuras, arcenes – pequenos pero comodos para la bicicleta – y los sobrecogedores paisajes que rodean el Lago Atitlan desde las alturas.

  Hasta que llegamos al area de Patzicia, donde el paisaje se torna en industrial, el trafico se triplica y los nubarrones negros y la niebla nos regalan una ligera llovizna. Desde Patzicia hasta Chimaltenango el entorno pierde su interes y el peligroso trafico hace que extrememos nuestra precaucion. 

No obstante, nos sentimos gratificadas por haber dado con una carretera en condiciones que no demande tanto esfuerzo, especialmente a mi debilitado cuerpo. Si estuviera fuerte, hoy podriamos haber llegado a Ciudad de Guatemala (127 kms desde Los Rodeos) , pero aun arrastro la intoxicacion alimentaria en el cuerpo, y Marika accede a hacer noche en uno de los pueblos mas antiesteticos, sucios, apestosos, sofocantes, atosigantes, y contaminados que he visto hasta ahora, Chimaltenango.

 Una urbe que se extiende hasta el infinito por la Interamerican, como las ciudades en Nueva Zelanda, pero sin prados, sin orden, limpieza, organización o algun signo de desarrollo. La ciudad podria ser cualquier ciudad del este de Africa,  tramo que recorri en cinco meses sobre mi otra bici, Roberta, el ano pasado. El trafico es denso, los autobuses publicos con motivos carnavalescos pintados,  emiten bufidos de un humo tan negro, que si tienes la mala suerte de que te escupan al lado, te dejan como una Blackberry apagada. Te pasan al lado como locos, sin respeto, haciendo un ruido infernal y dejando un rastro de balses de humos negros azabache que se entremezcla con el olor a gasoil.

 Cada vez queviene uno, lo sabes. Ruido del motor inconfundible, bocinazos cada cinco segundos y el grito del ayudante del conductor colgado en la puerta propinandote improperios. Manada de salvajes! - diria mi propio padre...

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