viernes, 16 de octubre de 2015

14 – 15 Octubre. Managua.



 Ese momento en el que estas lista para partir y caminas con tu bicicleta a la puerta de salida, feliz porque vas a abandonar el antro donde te has quedado, emocionada por la aventura que acecha, y descubres que se te ha pinchado la rueda, probablemente desde ayer... ese momento no tiene precio!







Nos hemos levantado tempranisimo para estar pedaleando a las seis y el destino me pone la zancadilla, senal de que una no siempre puede controlar lo que ocurra, por muchos planes que esbocemos en la pizarra de la vida.


Pedaleamos hacia Managua desde Ciudad Sandino con la manana entre brumas tristes, pero una ligera lluvia nos alegra el camino. El trafico se va haciendo mas insoportable a medida que nos acercamos a la bestia llamada Managua, la intransitable capital del pais. La atravesamos a duras penas por la Panamericana, sorteando millones de vehiculos y conductores locos.


A pesar de todo, la ciudad no me parece tan caotica como otras del tercer mundo que he tenido la oportunidad de conocer en este viaje. Una vez mas, la realidad es mejor de lo que la pintan. Muchas voces apuntan a que el terremoto de 1972 convirtio la ciudad en un charco de miserias, pero eso no es lo que veo desde la carretera principal. Me parece una ciudad fea de cojones, con una espina de pescado clavada en el alma, pero con edificios modernos y viviendas a punto de desmoronarse y pintadas a gritos, como en toda Centroamerica, con los mismos hombres vulgares e irrespetuosos y mujeres altaneras que miran de reojo porque piensan que soy 'gringa', y los gringos son lo mismo que el simbolo del dólar para esta gente de vidas duras y envejecida antes de tiempo.



Los veinte kilometros mas duros desde hace tiempo los hacemos en Managua. Cuando conseguimos salir del monstruo agrietado por la pobreza nos sentimos libres otra vez, dispuestas a comernos el mundo. 

Despues de cuarenta kilometros hacemos noche junto al Volcan de Masaya y volvemos a madrugar para no volver a salir a la hora esperada, las seis de la manana, sino a las siete y media – asi es la vida – con destino a Rivas, la ultima poblacion antes de la frontera con Costa Rica, pais que ansiamos conocer. 


En esta parte del camino extremamos la precaucion porque el trasiego de trailers es incesante y la carretera ligeramente estrecha y con arcenes enanos. 

El dia amanece en el letargo de la lluvia. Se me antoja uno de los mas frescos desde Estados Unidos. Difrutamos como ninas con zapatos nuevos de un camino plano como un aerodromo sembrado en un olimpo de flora diferente a la monotona selva debido a la altura a la que nos encontramos, adornada con vacas solitarias rumiando desesperadas en praderas de fantasia . Esto se llama ''salir por la puerta grande”.

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