miércoles, 10 de septiembre de 2014

13.00 Agosto. ROTARY INDIA

Todos me esperan con te masala y puffs dulces y salados en el salón. Estoy agotada y no tengo ganas de relaciones sociales pero aguanto el tirón como puedo engullendo el hojaldre entre sorbos de chai espaciados. Solo siento deseos de apurar aquellas delicateses especiadas y subir al dormitorio para perderme entre las sabanas de mi exuberante nueva cama. Mayur inquiere que debemos darnos prisa porque tenemos una apretada agenda. De verdad? Respondo con un hilo de desconcierto. Desganada, calzo las sandalias hindúes que me acaban de proporcionar y abandono las pesadas botas ablandadas por el agua que me he echado por encima para soportar el calor en la autopista.  El caldo caliente me ha dejado la piel de los pies esponjosa y blanquecina como la de una injera etiope.
En la calle nos aguarda la moto de Mayur. Mis padres quieren conocerte, espeta el joven de súbito, dejándole una sombra de duda en la conciencia.  Con los ojos irritados por la contaminación, me dejo llevar con la misma pasividad sombría que un conductor de carreta se deja arrastrar por la bestia que le precede. La ciudad combina el tugurio con lujosos edificios y comercios, como muchas otras que vería por el camino. En el  epicentro,  el lago Dudhiya Talav (Talav significa lago en Gujarati) , constituye no solo el pulmón de la zona por su exuberancia, sino el lugar de encuentro de los habitantes de la ciudad.
Los padres de Mayur me sientan en el suelo de la cocina entre deliciosos platos y observan de pie como engullo  uno detrás de otro paneer pakodas rebozados, ricas samosas, dados de dulce churma, entre sorbos de water milk parar bajar la comida y apagar el fuego de las especies, kachora, bhajiye de cebolla y un sinfin de exquisitos platos tradicionales que me dejan sin aliento  despues de un dia de hambre y de intemperie.
Por el rabillo del ojo advierto que me miran con timidez en el pretil de la cocina como quien contempla con satisfacción su recién acabada obra de arte. Les  pido amablemente que se sienten conmigo y no entiendo por que no se unen. Tras quince minutos se unen a otear el espectáculo en el palco imaginario algunos vecinos del edificio de varias plantas que se acercan entre susurros emocionados para hacerse fotos con mi boca llena y labios salpicados de salsa de curry. De repente me asalta una tos convulsionada debido al picante y no puedo parar hasta que la madre de Mayur, envuelta en un perenne aura de ternura,  me ofrece un trozo de Laddu, dulce muy popular elaborado con coco, leche y nata tan delicioso que apacigua de inmediato mi repentino acceso.  Cuando me recobro advierto que el grupo del pretil ha aumentado su numero considerablemente. Quieres mas? Insiste el padre de Mayur. No por favor, no puedo mas. Cuando se han asegurado de que he terminado se sientan a mi lado y empiezan su festín con algunos familiares. No entiendo esa costumbre pero la acepto con gracia y me recuesto en la pared observándolos extasiada. Los niños continúan su sesión de fotos particular disparando a diestro y siniestro desde todos los ángulos y colocándose a mi lado por turnos; sonrio por defecto ajena a la realidad, dejándome arrastrar por el delicioso sopor.
Esperamos en el coche a que pasara un violento chaparrón que por un momento hunde el pueblo en el diluvio y corremos hacia un café de una de las calles principales de Navsari. En este café cambiaría mi suerte en el viaje y mi trabajo implacable comenzaría a dar sus frutos después de seis meses.

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