Fotos Marika Latsone
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Libro "Taller de Felicidad"
Con las primeras auras del amanecer alguien pinta Quito con pinceladas de colores. Un gato desgarra la fina capa de nubes del cielo con un zarpazo para dejar pasar matices que tiñen de cobre las neo-góticas cúpulas de la Basílica del Voto Nacional.
Contemplo con aflicción desde la ventana de la pensión por última vez la imagen claroscura de la capital política de la República de Ecuador, la más antigua de Sudamérica. Me encanta esta ciudad y su gente. Me siento bien aquí colgada en Los Andes, sobre la hoya de Guayabamba, a 2700 metros de altura.
Escalamos las paredes suroccidentales de la hoya de Guayllabamba en dirección a Machachi, en la provincia de Pichincha. No son muy ascendentes pero sí prolongadas y sometidas al ruido de la marabunta de vehículos en su incansable trasiego por la Panamericana.
Es dificil pedalear con tanto ruido porque el ruido es desorden y caos y el jaleo dificulta la concentración. Además, bullicio me provoca tensión y pierdo los nervios con facilidad cada vez que un trailer me hace la raya del pelo, es decir, a menudo por estos lares.
Machachi es una ciudad dormitorio para gente que trabaja en Quito. La ciudad no me atrapa salvo por su plaza principal, su Iglesia Matriz y sobre todo por su privilegiada ubicación, rodeada de volcanes.
Creo que es la primera vez en mi viaje que me encuentro una ciudad situada sobre un extenso valle, a casi 3000 metros de altura sobre el nivel del mar (mas alta que Quito) en medio de tres grandes volcanes (Pasochoa, Rumiñahui y Corazón) y cerca de otros dos casi siempre nevados, Cotopaxi e Iliniza. En total cinco volcanes abrazan una humilde ciudad de población mayoritariamente pobre e indigena.
Los bomberos de Machachi son los apagafuegos más hospitalarios que he visto nunca. Son de esas personas que te reciben con humildad y te dan todo lo que tienen porque sienten tu visita como un regalo de Dios. No pretendo ponerme en un pedestal por tener la suerte de ser una viajera, ni mucho menos. Pero después de dos años y pico viajando sin parar entiendo el valor de un viajero que lleva y trae memorias en sus alforjas, experiencias únicas de vida y formas diferentes de mirar en el espejo de los recuerdos.
¿Qué hay más interesante que un viajero? Un cicloviajero que viaja por el mundo trae siempre las ultimas nuevas, está tan actualizado como el Windows y es un valor, un activo para cualquier persona dispuesta a aprender. Ni la televisión, ni youtube, ni el Facebook se compara con las enseñanzas de un maestro viajero que ¨ve lo que hay, no como el turista, que ve lo que ha ido a ver¨como dice Gilbert K. Chesterton.
Nos acomodan en el gimnasio, como casi todos en Ecuador - jajajaja...deberian llamarlo el bicisnasio - y allí montamos la tienda de campaña como dos campeonas, en medio de aparatos de gimnasio, garrafas de agua, bolsas de comida y papel higiénico embalado. El cabo Juan Barros se asegura en todo momento de nuestro bienestar y nos invita a utilizar la cocina y el cuarto de baño en caso necesario.
Además, nos conduce a la azotea para enseñarnos el fantástico escenario que rodea las modernas dependencias bomberiales. Desde arriba contemplamos la puesta de sol tras el volcán Corazón, "un volcán de agua" -inquiere Barros-, aguardando el inminente estallido del activo Cotopaxi para dar a luz millones de metros cúbicos de líquido sobre la ciudad.
"Y no tienen miedo de vivir en una constante amenaza de ser sepultados bajo las aguas?"- pregunto-. "Estamos acostumbrados a vivir asi, entre rugidos eventuales del Cotopaxi", reponde Barros, familiar del alcalde del municipio con el mismo apellido.
Charlamos con el equipo de guardia de nuestras aventuras por el mundo ante el asombro de varios y después de repartir nuestras tarjetas nos vamos a la cama pronto porque por delante nos quedan 405 kilómetros de puros puertos de montaña hasta Cuenca.
El trayecto a Cuenca es interminable y matador. Creo que pocas veces me he cansado tanto. Dormimos en más estaciones de bomberos y acampamos en humildes granjas de campesinos para llegar el dia 27 de mayo por fin a nuestro destino. Las bomberas de Salcedo nos reciben con mucho cariño y los de Cañar nos piden por favor, al igual que los de Machachi, que le digamos a todos los compañeros cicloviajeros que pueden quedarse a dormir en sus dependencias sin problema, que todos son bienvenidos entre aquellos muros de abnegación, honor y disciplina.
De Cañar a Azogues llueve y nos calamos hasta los huesos. La altitud puede llegar a 3.544 metros sobre el nivel del mar y la visibilidad es nula debido a la densa niebla. Creo que nunca he pasado tanto frio.
Es aqui donde advierto que necesito un equipamiento especial contra el frío para pedalear hasta la Patagonia desde ahora o voy a morir en el intento. Ropa de montaña impermeable que me caliente los huesos en estas carreteras de los Andes. Necesito esponsores que me ayuden con esto porque esta ropa suele ser cara. En Quito paramos en una tienda de montaña y aventura que vende marcas como Marmot, Merrell o Rab y era tan cara que no pudimos comprarnos ni un Buff. Si alguien relacionado con el sector textil en montaña o ciclismo en España o Latinoamérica lee esto y le interesa esponsorizarme por favor contacte conmigo en solaenbici@gmail.com.
En ocasiones me mareo debido a la altura y debo detenerme para respirar profundamente en aquellas tinieblas a las que están adaptados los indígenas de la zona, embutidos en sus tradicionales y calentitas vestimentas de lana que dan una envidia sana al cicloviajero que pasa a su vera con la sonrisa hierática y el cuerpo congelado como un palito de cangrejo.
Arriba en aquel antagónico paraíso de Los Andes el indígena cañarí va tapado hasta los dientes y sólo se le ven los ojillos asomar entre la colorida indumentaria que incluye un sombrero hecho de lana de borrego con forma esférica faldeada con una pequeña visera. Las mujeres llevan polleras sobre todo negras y mantas de lana de oveja de diversos colores que las protegen del frío del demonio aquel.
En la cuneta de la carretera a Azogues vemos entre la niebla a un chucho flaco y abandonado que se protege del frío y la lluvia a duras penas en una zanja. Se nos parte el alma y paramos para socorrerlo. Marika le hace un refugio con cartones que encontramos mientras yo le doy las últimas papas fritas que nos quedan y que el animal devora con un ansia de no haber comido durante días. No te podemos llevar, amigo, pero espero que esto te de fuerzas para seguir luchando aunque te hayan abandonado a tu suerte. Se fuerte querido perrito: el principio es siempre lo mas duro... te lo digo yo.
Fotos Marika Latsone
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Libro "Taller de Felicidad"
Con las primeras auras del amanecer alguien pinta Quito con pinceladas de colores. Un gato desgarra la fina capa de nubes del cielo con un zarpazo para dejar pasar matices que tiñen de cobre las neo-góticas cúpulas de la Basílica del Voto Nacional.
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| Vista de Quito al amanecer desde el Friends Hostel del hombre más amable del mundo, Patricio. |
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| Quito es lo más bonito y encantador que veo en mucho tiempo. 20 de Mayo 2016. |
Es dificil pedalear con tanto ruido porque el ruido es desorden y caos y el jaleo dificulta la concentración. Además, bullicio me provoca tensión y pierdo los nervios con facilidad cada vez que un trailer me hace la raya del pelo, es decir, a menudo por estos lares.
Machachi es una ciudad dormitorio para gente que trabaja en Quito. La ciudad no me atrapa salvo por su plaza principal, su Iglesia Matriz y sobre todo por su privilegiada ubicación, rodeada de volcanes.
Creo que es la primera vez en mi viaje que me encuentro una ciudad situada sobre un extenso valle, a casi 3000 metros de altura sobre el nivel del mar (mas alta que Quito) en medio de tres grandes volcanes (Pasochoa, Rumiñahui y Corazón) y cerca de otros dos casi siempre nevados, Cotopaxi e Iliniza. En total cinco volcanes abrazan una humilde ciudad de población mayoritariamente pobre e indigena.
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| Por primera vez en nuestras vidas los bomberos nos piden que nos quedemos más días. Machachi 22 de Mayo 2016. |
Los bomberos de Machachi son los apagafuegos más hospitalarios que he visto nunca. Son de esas personas que te reciben con humildad y te dan todo lo que tienen porque sienten tu visita como un regalo de Dios. No pretendo ponerme en un pedestal por tener la suerte de ser una viajera, ni mucho menos. Pero después de dos años y pico viajando sin parar entiendo el valor de un viajero que lleva y trae memorias en sus alforjas, experiencias únicas de vida y formas diferentes de mirar en el espejo de los recuerdos.
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| Los bomberos de Machachi (Mejia, Ecuador) tienen hasta libro de visitas y ya llevan 28 años amparando cicloviajeros. |
¿Qué hay más interesante que un viajero? Un cicloviajero que viaja por el mundo trae siempre las ultimas nuevas, está tan actualizado como el Windows y es un valor, un activo para cualquier persona dispuesta a aprender. Ni la televisión, ni youtube, ni el Facebook se compara con las enseñanzas de un maestro viajero que ¨ve lo que hay, no como el turista, que ve lo que ha ido a ver¨como dice Gilbert K. Chesterton.
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| Que pena estar más cansadas que un conejo de tómbola y no poder aprovechar para tonificar mis músculos de cintura pa´rriba |
Nos acomodan en el gimnasio, como casi todos en Ecuador - jajajaja...deberian llamarlo el bicisnasio - y allí montamos la tienda de campaña como dos campeonas, en medio de aparatos de gimnasio, garrafas de agua, bolsas de comida y papel higiénico embalado. El cabo Juan Barros se asegura en todo momento de nuestro bienestar y nos invita a utilizar la cocina y el cuarto de baño en caso necesario.
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| El Cotopaxi, casi 6.000 metros de volcán, el segundo más alto de Ecuador y uno de los más activos del mundo |
Además, nos conduce a la azotea para enseñarnos el fantástico escenario que rodea las modernas dependencias bomberiales. Desde arriba contemplamos la puesta de sol tras el volcán Corazón, "un volcán de agua" -inquiere Barros-, aguardando el inminente estallido del activo Cotopaxi para dar a luz millones de metros cúbicos de líquido sobre la ciudad.
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| El volcán Cotopaxi está tan activo que más vale prevenir... falta otro letrero que diga: "...y corra" |
"Y no tienen miedo de vivir en una constante amenaza de ser sepultados bajo las aguas?"- pregunto-. "Estamos acostumbrados a vivir asi, entre rugidos eventuales del Cotopaxi", reponde Barros, familiar del alcalde del municipio con el mismo apellido.
Charlamos con el equipo de guardia de nuestras aventuras por el mundo ante el asombro de varios y después de repartir nuestras tarjetas nos vamos a la cama pronto porque por delante nos quedan 405 kilómetros de puros puertos de montaña hasta Cuenca.
El trayecto a Cuenca es interminable y matador. Creo que pocas veces me he cansado tanto. Dormimos en más estaciones de bomberos y acampamos en humildes granjas de campesinos para llegar el dia 27 de mayo por fin a nuestro destino. Las bomberas de Salcedo nos reciben con mucho cariño y los de Cañar nos piden por favor, al igual que los de Machachi, que le digamos a todos los compañeros cicloviajeros que pueden quedarse a dormir en sus dependencias sin problema, que todos son bienvenidos entre aquellos muros de abnegación, honor y disciplina.
De Cañar a Azogues llueve y nos calamos hasta los huesos. La altitud puede llegar a 3.544 metros sobre el nivel del mar y la visibilidad es nula debido a la densa niebla. Creo que nunca he pasado tanto frio.
Es aqui donde advierto que necesito un equipamiento especial contra el frío para pedalear hasta la Patagonia desde ahora o voy a morir en el intento. Ropa de montaña impermeable que me caliente los huesos en estas carreteras de los Andes. Necesito esponsores que me ayuden con esto porque esta ropa suele ser cara. En Quito paramos en una tienda de montaña y aventura que vende marcas como Marmot, Merrell o Rab y era tan cara que no pudimos comprarnos ni un Buff. Si alguien relacionado con el sector textil en montaña o ciclismo en España o Latinoamérica lee esto y le interesa esponsorizarme por favor contacte conmigo en solaenbici@gmail.com.
En ocasiones me mareo debido a la altura y debo detenerme para respirar profundamente en aquellas tinieblas a las que están adaptados los indígenas de la zona, embutidos en sus tradicionales y calentitas vestimentas de lana que dan una envidia sana al cicloviajero que pasa a su vera con la sonrisa hierática y el cuerpo congelado como un palito de cangrejo. 
Arriba en aquel antagónico paraíso de Los Andes el indígena cañarí va tapado hasta los dientes y sólo se le ven los ojillos asomar entre la colorida indumentaria que incluye un sombrero hecho de lana de borrego con forma esférica faldeada con una pequeña visera. Las mujeres llevan polleras sobre todo negras y mantas de lana de oveja de diversos colores que las protegen del frío del demonio aquel.
En la cuneta de la carretera a Azogues vemos entre la niebla a un chucho flaco y abandonado que se protege del frío y la lluvia a duras penas en una zanja. Se nos parte el alma y paramos para socorrerlo. Marika le hace un refugio con cartones que encontramos mientras yo le doy las últimas papas fritas que nos quedan y que el animal devora con un ansia de no haber comido durante días. No te podemos llevar, amigo, pero espero que esto te de fuerzas para seguir luchando aunque te hayan abandonado a tu suerte. Se fuerte querido perrito: el principio es siempre lo mas duro... te lo digo yo.
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