martes, 16 de diciembre de 2014

11 Noviembre. Miedo

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El ciclon se huele en la humedad del ambiente. La ligera brisa de la tarde se torna viento racheado y los primeros relampagos asoman entre las copas de los arboles en la jungla de Taiping, en la region de Perak. Lo mejor de Malasia son sus conductores; hasta ahora los mas equilibrados y respetuosos en la carretera de mis 8.083 kilometros. Con el ocaso comienzan las primeras gotas de lluvia y el viento arrecia. Parece que empieza el rock and roll.

La ligera lluvia se vuelve abundante pero aun es posible pedalear. Los relampagos encienden y apagan la selva y por segundos veo con asombrosa claridad todos los detalles del bosque encantado. El rumor de la lluvia se abre paso en el silencio de la noche. Pedaleo sin tregua por la intimidante carreretera convertida ahora en un rio de agua por el que me cuesta transitar. A las once de la noche la lluvia se vuelve tan fuerte que me duelen las gotas en la piel. Estoy completamente empapada pero feliz por presenciar tal espectaculo. En mi vida habia visto una tormenta tropical como aquella.

 Las alforjas actuan como la vela de un barco y se resisten al viento, ralentizando mi marcha por el tenebroso escenario. Tengo miedo pero al mismo tiempo experimento placer. Me detengo varias veces a grabar con mi GOPRO 3+ los flashes en el cielo, la lluvia golpeando el alquitran bajo la luz de mi linterna y todo lo que se me pasa por la cabeza que pueda verse con tanta oscuridad, porque la GOPRO es buena, pero no hace milagros sin una iluminacion adecuada. Hago varios 'insitus' pedaleando y describiendo la situacion que estoy viviendo para contrarrestar la pobreza de las imagenes.

La selva ruge y la lluvia torrencial persiste durante horas. Intento concentrarme y focalizar para no cometer fallos y tener un accidente. Pedaleo despacio, sorteando ramas de arboles, charcos y escorrentias, agudizando la vista todo lo que puedo porque voy desprovista de una buena ilumminacion. Se me ocurre que aquella situacion en mitad de la noche es, a su modo, muy segura para pedalear, porque no hay nadie a mi alrededor y el trafico ha desaparecido. Despues de todo este tiempo, me siento mas tranquila haciendole frente a una crisis natural que viviendo la amenaza constante e impredecible de la presencia del ser humano, especialmete en un pais donde, desde el primer dia,  no recibo buenas vibraciones del genero masculino.

Como el cambio de un acto a otro en un musical de Broadway (hasta ahora los musicales representados en este popular enclave de Manhattan son los mejores que he visto y con mejores escenografias) la lluvia se detiene de subito y el escenario sufre un reves inesperado. El viento desaparece, el fluir del agua se detiene y el silencio vuelve a dominar el mundo. Las oscuridad se hace perenne y pasada media hora infrecuentes automoviles y motocicletas vuelven a la carretera.

Miles de luciernagas bailan una hermosa danza en el bosque que veo a duras penas pasar. El cielo esta encapotado y la oscuridad es absoluta. Las luciernagas se encienden y apagan de repente y en ocasiones me pillan de sorpresa porque parecen los ojos que se iluminan con el haz de mi linterna de un lobo que me acecha entre los arboles. En una hora los diminutos flashes se hacen millones y aquella particular situacion se me antoja uno de los momentos mas felices de mi vida.

Un vehiculo ralentiza su marcha y transita en paralelo a mi bicicleta. Dos hombres en el interior, a los que no distingo bien, me preguntan en un precario ingles que a donde me dirijo. Por supuesto eludo la pregunta y les digo que estoy perfectamente, que no necesito su ayuda. Pero insisten en que no puedo estar alli, que es peligroso, y que quieren ayudarme, que suba al coche. Les repito, ahora en un tono mas duro, que me encuentro perfectamente y que estoy disfrutando y quiero seguir haciendolo. Que no me voy a subir ni muerta al vehiculo y que por favor, sigan su camino. Pero no cejan en su empeno y continuan su marcha junto a mi bicicleta, hablando entre ellos. Me comienzo a mosquear y me doy cuenta que estoy en una situacion muy comprometida. Tengo el cuchillo de submarinismo atado a mi pantorilla derecha, pero con la oscuridad nadie lo distingue. Intento pedalear mas rapido y poco a poco me desplazo hacia el centro de la carretera para no dejarles espacio junto a Roberta en el carril.

 El truco funciona porque mminutos despues me adelantan y continuan su marcha viendose forzados a invadir el carril en sentido contrario para "acompanarme". Uf!....pienso.... menudo marron. Intento tranquilizarme diciendome a mi misma que aquellos hombres probablemente solo quisieran ayudarme y pensaran escoltarme una parte del trayecto, desoyendo mis repetidas demandas de mujer, como buenos mulsulmanes.

(Continuara) ;)




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