El amanecer es radiante, esplendoroso.
El desierto se enciende y cobra vida. No me quiero ir, pero tengo que
seguir. Estoy tan comodamente acampada en aquel privilegiado lugar
que me parece un sacrilegio romper aquella paz recogiendo los bartulos.
En una hora y media pedaleo de nuevo violando el
silencio sepulcral con el traqueteo de la bicicleta sobre el
alquitran. A medida que el dia avanza el calor aprieta, pese a que
estamos en marzo. Pedalear es un viacrucis. Tengo la esperanza de
llegar a Amboy y sofocar el calor y la sed con un buen refrigerio en
algun confortable establecimiento.
Pero cuando llego a Amboy dejo de
sonar porque “el pueblo” no es tal, sino cuatro casas y una
gasolinera que se cae a pedazos con aulagas y chatarra de vehiculos
olvidados adornando el entorno.
El lugar, que parece que algun dia
tuvo su explendor, cuando la Ruta 66 era paso obligatorio para todos
los vehiculos que quisieran atravesar America, podria ser el
escenario de cualquier road movie de los sesenta, como "Bonnie and Clyde".
Un esplendoroso, en su dia, cartel que reza “Cafe” se alza sobre el desierto descascarillado. Un anciano que parece que vio nacer el inmueble regenta el
“Cafe” donde no se despacha cafe sino Coca Cola a un dolar y algun
que otro snack empaquetado y grasiento. Aparco a Susan Sarandon en la puerta y con la
bolsa de agua Ortlieb en la mano entro en el bano, que tambien se cae
a pedazos, donde otro cartel indica “No hay agua”.
Salgo desconcertada del bano con la bolsa de agua por debajo del
limite estimado para sobrevivir durante un dia pedaleando en el duro
desierto, preocupada por no haberla podido llenar en el unico lugar
que tenia previsto hasta Needles. A partir de ahora tengo que
racionar el agua seriamente si quiero llegar a Arizona viva. Compro
algunas colas para llenar los 3 botes porta liquidos que llevo a mano
en el cuadro de la bici y me hago unas fotos tipicas delante de un
clasico Cadillac americano aparcado en el porche y con pinta de
servir unicamente de reclamo turistico y no funcionar desde hace tela marinera.
Veinte kilometros despues una vaya en
medio de la via senala que la carretera esta cortada y que debo
proseguir mi ruta por el autopista N40. No me lo puedo creer. Ahora
debo subir de nuevo otros veinte kilometros cuesta arriba hasta la N40
para llegar a Needles, dando un rodeo de tres pares de narices y
perdiendo aproximadamente un dia de viaje. Americanos!!! Ya podian
haber informado en el cruce de Newberry Springs del estado de la Ruta
66 en este punto para no hacernos perder el tiempo a los conductores.
En fin.
Tomo la desviacion a la N40 y me cuesta horas hacer esos
veinte kilometros cuesta arriba, porque no es lo mismo subir ligero
que con unos 40 kilos de peso en las piernas y un calor asfixiante.
Se me esta acabando el agua y estoy preocupada. Menos mal que ya
estoy en la autopista y a partir de ahora el camino sera llano y
gracil debido al perfecto estado de la via. Pero por otro lado, ahora lo tengo mas negro para encontrar un lugar para acampar, ya que las
inmediaciones de las autopistas en USA estan siempre valladas. Confio
en que el Universo me brinde ayuda y prosigo mi marcha tras detenerme
unos minutos para apurar unas chocolatinas Kit-Kat (baratisimas en USA) y coger aliento.
El Universo escucha mis plegarias y
tras otros 50 kilometros diviso a lo lejos una estacion de servicio.
Se hace de noche y me invade la alegria. Estoy salvada!! Acampo cerca
de los servicios y en menos de lo que canta un gallo estoy roncando
calentita dentro de mi saco de dormir.
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